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El 7 de Octubre de 1492 anotó Colón que «la carabela Pinta tiró una lombarda por señal de tierra y levantó una bandera en el tope del mástil». El 18 de Diciembre escribió que en conmemoración de la fiesta de la Virgen tiráronse muchos tiros de lombarda; puso las banderas y atavió la nao. Vino á bordo el cacique de Santo Domingo, y al despedirle hizo tirar muchas lombardas.

Del Mare nostrum no quedaba visible ni la boca de la chimenea ni una punta de mástil: todo se lo había tragado el abismo... Ferragut llegó á dudar si realmente había existido su buque alguna vez. Nadó hacia un madero que flotaba cerca, apoyando los brazos en él.

Puso Méndez su canoa a monte, le echó una quilla postiza, la dio de brea y sebo, clavó en la proa y la popa algunas tablas para que no se entrase el mar, como lo haría siendo rasa, montó un mástil con su vela y metió los mantenimientos necesarios para él, otro cristiano y seis indios, pues la canoa sólo podía cargar ocho personas.

No pudo ser secreto este concierto, Alguno al capitan lo ha revelado, Y como fué en fuerte hora descubierto, Al clèrigo de un mastil ha colgado. Volvióse sin tomar Candish mas puerto, Habiendo todo el Orbe rodeado, Y entró en Inglaterra poderoso, Muy rico, muy contento y muy gozoso.

Y al pié de esas barracas que dan amparo á una vida de transicion, que se acerca mas á la barbarie todavía que al progreso, se levantaban la chimenea, el pabellon y los mástiles y costados pintorescos del vapor Bogotá para protestar contra la barbarie, y probar que aún en medio de las soledades y del misterio sublime de una naturaleza imponderable por su fuerza, el hombre va á fundar su soberanía universal, haciendo triunfar en todas partes la fuerza del espíritu sobre el poder de la materia. ¡Qué bien contrastaban en el puerto de Conejo la chimenea del vapor, soltando sus bocanadas de humo espeso y arrebatado por al viento de las selvas, con el mástil delgado, altísimo y secular del cocotero, en cuya cima se columpiaba al soplo de ese mismo viento el pabellón de palmas ensortijadas y flexibles.

La tristeza resignada, fatal de la piedra que la gota eterna horada, era la expresión muda del valle y del monte; la naturaleza muerta parecía esperar que el agua disolviera su cuerpo inerte, inútil. La torre de la catedral aparecía a lo lejos, entre la cerrazón, como un mástil sumergido.

Durante más de cien años, padres é hijos buscaron su ocupación en el mar: en cada generación había un capitán de buque encanecido en el oficio, que abandonaba el alcázar del barco y se retiraba al antiguo hogar de la familia, mientras un muchacho de catorce años ocupaba el puesto hereditario junto al mástil, afrontando la ola salobre y la tormenta que ya habían azotado á su padre y á su abuelo.

Mas, en lo alto, los vientos con sus marchas Pasan para engarzar vivas escarchas En derredor del cristalino encaje Que en excelso ropaje El tronco viste... ¡signo de grandezas! Bajo una blanca trama de finezas. Misterioso tamiz de las virtudes Que alcanzan a divinas altitudes, y parece una espléndida bandera Que cubre un mástil de genial quimera.

Recordaban aquellas enormes fábricas de madera pintada, con su lanza semejante a un mástil de buque y sus ruedas cual piedras de molino, las carrozas sagradas de los ídolos indios o los carromatos simbólicos que güelfos y gibelinos llevaban a sus combates. La gente pasaba revista con una curiosidad no exenta de ternura a la fila de rocas, como si su presencia despertara gratos recuerdos.

Miró la mojada cubierta y vio al compadre al pie del mástil, agarrado a él, pálido, pero con inalterable tranquilidad. Creí que nos ahogábamos, Antonio. ¡Hasta he tragado agua! ¡Maldito animal! Pero buenos golpes le has atizado. Ya verás como no tarda en salir a flote. ¿Y el chico? Esto lo preguntó el padre con inquietud, con zozobra, como si temiera la respuesta. No estaba sobre cubierta.