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Dimmesdale llegó al lugar en que, años atrás, Ester había sufrido las primeras horas de su ignominia pública. El mismo tablado, negro y percudido por las lluvias, soles y tormentas de siete largos años, con los escalones gastados por las pisadas de los muchos reos que desde aquella época los habían subido, se elevaba allí bajo el balcón de la iglesia ó casa de reunión.

Una montaña cubierta de bosques, en forma de cordon, paralela á la ribera del lago y que casi arranca desde la limpia y verde márgen, domina enteramente á Horgen, de manera que la graciosa villa, encerrada entre el lago y la montaña, se prolonga á lo largo de la orilla, ó muestra algunas de sus fábricas y muchas de sus casas de estilo pintoresco trepadas en escalones como escalando la montaña, en medio de jardines y huertos.

Bajaba los escalones, uno a uno, deteniéndose, apoyándose en el pasamano, y las lágrimas le caían gota a gota, sobre la falda negra; ese movimiento rencoroso de todo el que sufre, contra la indiferencia del mundo exterior, experimentólo la señora al ver el cielo tan puro y el sol tan brillante, cual si no tuvieran noticia de la desgracia ocurrida y de la más tremenda que se preparaba.

Apagué en seguida la lámpara que tenía en la mano y volví a colgarla del gancho fijo en la pared. Está obscuro. Se ha apagado la lámpara. ¿Tienes fósforos? dijo Bersonín. Pero había llegado el momento. Antes de que pudieran hacer luz bajé cuan aprisa pude los escalones y me lancé contra la puerta, cuyo cerrojo había descorrido Bersonín y que cedió al golpe.

A la taberna, propiamente dicha, no muy grande, sigue un pasillo angosto, donde también hay mesa, con su banco pegado a la pared, y luego una estancia reducida y baja de techo a la cual se sube por dos escalones, con dos mesas largas a un lado y otro, sin más espacio entre ambas que el preciso para que entre y salga el chiquillo que sirve.

Abandonan el despacho. Gertrudis quiere salir en seguida del molino. Guarda primero la llave dice él. Bajan juntos los escalones que conducen a las máquinas; y, cuando han colgado la llave, se precipitan fuera, como si las Furias los persiguiesen. Desde entonces ya no hay en sus relaciones la inocente alegría de otros tiempos. Se han convertido en cómplices.

'Todavía no hay nada', fue lo que dijo Quevedo al volver a la Cava. Presunción equivocada, falsos síntomas. Luego la cosa está próxima. Estamos en Marzo. Bien, no me falta más que averiguar la casa. Si me dejara llevar de la inspiración, aseguraría que es la misma casa aquella, la de los escalones de piedra.

Al levantar los ojos para pedir perdón por su horrible pecado, hallose frente a frente con la figura del campanero, que, cinco o seis escalones más arriba, esperaba impasible, sosteniendo en la mano encendido candil. ¿Qué tiempo hacía que estaba allí? Ramiro le miró naturalmente y comenzó a descender, en la sombra, palpando los muros, sin pronunciar vocablo.

Muchos dependientes de tiendas se lanzaron por aquellos escalones de piedra en busca de noticias del simpático enfermo, que padecía de un reuma agudo en la pierna derecha. Barbarita le mandó en seguida su médico, y no satisfecha con esto, ordenó a Juanito que fuese a visitarle, lo que el Delfín hizo de muy buen grado.

No existen en Madrid alturas mayores, y para vencer aquellas era forzoso apechugar con ciento veinte escalones, todos de piedra, como decía Plácido con orgullo, no pudiendo ponderar otra cosa de su domicilio.