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La señora Angustias, que velaba aguja en mano muchas noches para que el niño fuese decentito al taller, con las ropas limpias, le encontraba en la puerta de su casa, temeroso de entrar y sin valor al mismo tiempo para huir, por la servidumbre del hambre, con los pantalones rotos, la chaqueta sucia y chichones y rasguños en la cara.

El vértigo es angustioso; el atolondramiento de la cabeza produce sensaciones penosas, especialmente en el occipucio; la concepcion es lenta, difícil, y el moral está en apatía; el aspecto es enfermizo, y la piel sucia y como arrugada.

Cuando uno se colocaba al borde de la pendiente, la mirada caía sobre los ruinosos techos de bardas cuyas grietas dejaban pasar el humo; se veía claramente el movimiento de la sucia callejuela, donde los niños medio desnudos chapoteaban en los charcos cenagosos, y las mujeres permanecían perezosamente agachadas en el umbral de sus casas, mientras que los hombres cubiertos de harapos se dirigían, con la pala en el hombro, hacia el despacho de bebidas.

Octavio tomó la escalera estrecha, sucia y llena de agujeros que conducía al piso primero y último de la casa, y después de atravesar un corto pasillo, hallóse frente á una puerta sobre la cual dió otros dos golpes con la mano, aunque más discretos. ¡Hola! ¿quién anda ahí? preguntó la voz cascada del cura desde adentro. Soy yo, señor cura; tenga la bondad de abrir.

No veían más que humo y rocas: ninguna voz humana, ninguna sombra: diríase que luchaban contra la montaña. ¡Vamos, Carolino! ¡Dónde está esa puntería, p ! gritó el cabo. En aquel momento un hombre apareció sobre una roca haciendo gestos con el fusil. ¡Fuego á ése! gritó el cabo lanzando una sucia blasfemia.

La biblioteca corría parejas con el resto de la casa en lo destartalada y sucia. Era una gran pieza cuadrada, de techo abovedado, cuyas paredes estaban cubiertas a trechos de tosca estantería con libros.

Creyendo reconocerle, pero resistiéndose a dar crédito a sus ojos, pensó: «Parece imposible que descuide al niño de este modo. No, no puede ser. ¿Cómo es posible que esta criatura sucia, desarrapada y mocosa, sea el angelito vestido de encajes a quien vi en el Paseo de CochesSubió los seis tramos que le faltaban y tuvo que detenerse a respirar. ¿Por cansancio? No. ¿Por miedo? Tampoco.

Para tomar un baño contestó la maestra lanzando una ojeada a su sucia persona con gran indignación. De pronto, con infinito contento de doña María, Sandy se quitó la levita y chaleco, tirolos al suelo, se arrancó las botas, y con la cabeza hacia adelante arrojose precipitadamente por la cuesta abajo en dirección al torrente. ¡Virgen santa! ¡Este hombre va a ahogarse! dijo doña María.

Al ver la sardinera que por aquel día no había modo de reñir con nadie desde el balcón, encerróse también en su caverna; sacó de un escondrijo una botella de aguardiente, bebióse cerca de la mitad; y cuando los vapores de aquel veneno comenzaron á adormecerla, acercóse balbuciente y con paso mal seguro á la sucia y fementida cama, y en ella se desplomó, revolcándose allí como cerdo en su pocilga.

Saca el demonio una mano muy sucia y con uñas muy largas con que toman la taza y beben todos tres por su orden, bien que su modo de beber es más propio de brutos que de hombres, y mucho menos de lo que se fingen. Después Urasana toca dentro del Tabernáculo una sinfonía que se oye bien lejos á la cual corresponden con bailes sus devotos.