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Una grúa movía los moldes, volteándolos cuando el acero se solidificaba; y aparecía el lingote cónico, en forma de pan de azúcar, de un blanco rosa, como si fuese de hielo con una luz interior, esparciéndose las cenizas de su enfriamiento al abandonar la envoltura.

Gillespie tuvo la esperanza de que esta alimentación abundante sería acompañada con algún vino del país; pero en las tres comidas que llevaba hechas, la grúa sólo subió un tonel, que podía servirle de vaso, lleno de agua. Al ver su gesto de extrañeza, la mujer que prestaba servicios de mayordomo hizo subir un segundo tonel, pero sólo contenía leche.

La compañía que cantaba en 1856 era bastante buena: las dos primas donnas, mademoiselle la Grua y madame Charton, interpretaban muy bien sus papeles, como en cualquier teatro de Europa. Despues cantó la Steffenone, que últimamente ha brillado en los Italianos de Paris cantando con grande éxito el Trovador.

De buena gana hubiese ordenado la instalación de un ascensor; pero el pensamiento de que sus cuentas podían ser examinadas y discutidas en pleno Senado le hizo desistir de tal deseo. Al fin se decidió á emplear en sus visitas la grúa montadora de alimentos.

A la, mañana siguiente, el profesor Flimnap se presentó con gran apresuramiento en la vivienda del gigante. Jamás su rostro bondadoso había ofrecido un aspecto igual, de alarma y azoramiento. A pesar de sus carnes exuberantes, saltó con juvenil agilidad del plato ascensor á la superficie de la mesa, antes de que los atletas encargados de la grúa hubiesen terminado su maniobra.

Obedeciendo sus indicaciones, un grupo de atletas había corrido á lo alto de la mesa para manejar la grúa que subía los alimentos. Ocupando su plato-ascensor pudo llegar á la vasta planicie de madera, sin necesidad de trotar por las fatigosas espirales.

Apenas comienza a salir el sol, sopla su humo la chimenea de la fábrica, el martillo rompe la piedra, la lima muerde el metal, rasga el arado la tierra, se enciende el horno, mueve la bomba su pistón, suena el hacha en el bosque, corre la locomotora entre chorros de vapor, chirría la grúa en el puerto, corta el navío las espumas y tiembla en su estela el barquichuelo de pesca arrastrando las redes.

La grúa del descargador avanzaba su inmenso brazo de hierro sobre el agua.

Aunque rodeados, como decía Sebastián, de todas las comodidades que podían ser arrastradas casi con grúa, hasta las alturas en que moraban, los alemanes vivían a lo aldeano, por lo que toca a sus relaciones sociales.

Lu-Hang y Cornelio bajarán en ella y tratarán de mantenerla separada del buque. ¡Ayudadme, amigos! Reunieron sus fuerzas y arrastraron la chalupa hasta la popa, atando después a las anillas las cadenas de la grúa. ¡A la chalupa! gritó Horn. El joven chino y Cornelio embarcaron, y la chalupa fué botada al mar, dejando correr las cadenas por sus garruchas.