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Ya los protege, querido ángel; ya ves, todo nos sale bien. Sin embargo, ¿te acuerdas de aquella tempestad? ¡Jesús! ¡qué espanto viéndote escalar los muros a la luz de los relámpagos, para volver a tu chalupa!

Amaneció con el viento al SO recio, el que á mediodia abonanzó, y mandé el piloto en la chalupa á la barra del Arroyo del Baradero, para que abalizase su canal. A las cuatro y media, habiéndose llamado el viento NNE flojo, me hice á la vela, y navegué hasta la noche que fondo en 3 brazas de agua.

Por fortuna, la chalupa era alta de bordas, y los cocodrilos no podían entrar a saquear el interior; pero trataban de volcarla a coletazos, tan violentos, que habrían acabado por desguazarla.

Al amanecer hice señal á la chalupa para que viniese á bordo. A las siete y media zarpé el ancla, y con el bote al remolque y la cisga seguì con el bergantin el rio aguas arriba, y las doce quedamos varados.

A las doce llegué á bordo, y le hice señal á la chalupa de que viniese á bordo, que habia ido á cortar leña, la que llegó á la una de la tarde. Pasamos aquí el resto del dia y la noche, por estar el viento contrario. Amaneció el viento al E bonancible y lloviendo, y empezé la faena de llevar las anclas. A las siete y media me hice á la vela para el Colorado.

Al amanecer me embarquè en la chalupa, y seguí reconociendo el rio aguas arriba, dejando òrden al piloto para que asimismo mudase el bergantin una legua mas arriba, siempre que tuviese viento favorable, por ser este mejor parage; navegué todo el dia, bajando varias veces tierra, por reconocer la calidad de ella. A la noche me acampè en una isla del rio, habiendo pegado fuego en toda su orilla.

Van-Stael, loco de dolor y de ira, quería volver a tierra para entablar una lucha suprema y morir o vencer; pero Van-Horn, Hans y Cornelio impelieron vigorosamente la chalupa hacia el junco. Todo se había ya perdido, pues la tripulación había sido aniquilada. Habría sido, pues, una verdadera locura y un sacrificio inútil entablar combate con enemigo tan numeroso.

En pocos instantes la chalupa atravesó el río y atracó en la orilla, en medio de un enorme matorral de plantas acuáticas. Iban a desembarcar, cuando por la parte baja del río oyeron voces humanas y batir de remos. ¿Quién se acerca? preguntó el Capitán. Los piratas, sin duda respondió Van-Horn . Han oído nuestros disparos y vienen a atacarnos.

A medida que se acercaban al teck, que crecía en la orilla bañando sus raíces en el río, aumentaban sus inquietudes, y sus miradas se fijaban angustiosas en las plantas y en las yerbas para descubrir el lugar en que habían escondido la chalupa. No llevaban mucho tiempo explorando, cuando Cornelio, que caminaba distante, se detuvo. Tío dijo con voz alterada . Creo que nos han robado la chalupa.

El viejo me explicó con detalles varias costumbres de pescadores, que yo ignoraba. Los pescadores me dijo suelen tener algunos señeros en el Izarra y en Aguiró, para que estudien los cambios atmosféricos. Si las señales son de bonanza, se lo indican a las llamadoras, que se encargan de ir avisando a los tripulantes de cada chalupa dando fuertes golpes en las puertas de sus casas.