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Amaneció claro, y pasamos al reconocimiento dicho; levantamos su plano con los rios segun se hallará en él y su explicacion. Dia 17. Dia 18.

Amaneció el día siguiente tan sereno y hermoso, que toda señal de nueva y próxima lluvia había desaparecido. Estas murmuraciones llegaron á oídos del tío Traga-santos, á quien causaron el mayor sentimiento, porque en lo humano no aspiraba el piadoso viejecito á mayor gloria que la de complacer á todos por medio del ten-con-ten y de ser de todos bienquisto.

Tomó para una butaca, escogió un buen palco y se lo mandó a Cristeta. «¿Quién la acompañará? pensó . Cuando lo ha pedido para por la tarde, es que lleva al chico.» Y al recordar al niño se le puso carne de gallina. El domingo amaneció sereno, hermosísimo. Con el temor de que se suspendiera la función, se puso don Juan más nervioso que mujer en tienda de sedas.

Apenas amaneció, don Policarpo, sabedor de-que don Andrés estaba inquietísimo por la suerte de su amigo o como si dijéramos de su ministro, fue a casa del cacique, que se despertaba con el alba, y le pidió albricias y le dio la buena nueva de que don Paco había parecido.

Amaneció el día siguiente. Y seguía lloviendo, y nublado y sin señales de mejor tiempo. Estaba en su despacho el duque de Lerma, y su secretario Santos escribía á más y mejor lo que el duque le dictaba. Se notaban en el semblante del duque señales de insomnio. Lo que demostraba que había pasado muy mala noche.

Por la mañana, al subir a cubierta, se saludaban las de uno y otro grupo con ceremoniosa sonrisa. «Buen día, señora; ¿cómo amaneció usted, señora?...» Y a continuación iba cada uno a ocupar el territorio propio, empujando su sillón para que quedase bien marcado el vacío fronterizo, la separación insalvable entre unas naciones y otras.

Si Pablo... ¡pero, qué! con las cuentas de sastres y zapateros de ese niño aturdido, ha molestado tanto al Habilitado, que no quiere éste adelantarle ya nada; todavía, si fuera una suma pequeña... ¡Señor! ¡Señor! ¿estaré condenada yo a pasar por tanta vergüenza? Amaneció, y la nueva luz encontróla en la sillita baja, pensativa.

Sacamos de la barca los bastimentos que tenía, tirámosla en tierra, y subímonos un grandísimo trecho en la montaña, porque aún allí estábamos, y aún no podíamos asegurar el pecho, ni acabábamos de creer que era tierra de cristianos la que ya nos sostenía. Amaneció más tarde, a mi parecer, de lo que quisiéramos.

Desde que amaneció el dia, hizo preguntas á todos quantos habia en el castillo, pero estaban todos ocupados, y nadie le respondió: aquella noche habian hecho nuevas conquistas, y se estaban repartiendo los despojos. Quanto en esta tumultuaria confusion pudo conseguir, fué licencia para irse, que aprovechó sin tardanza, mas sumido que nunca en sus tristes pensamientos.

Amaneció con el viento al SO recio, el que á mediodia abonanzó, y mandé el piloto en la chalupa á la barra del Arroyo del Baradero, para que abalizase su canal. A las cuatro y media, habiéndose llamado el viento NNE flojo, me hice á la vela, y navegué hasta la noche que fondo en 3 brazas de agua.