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Durante unos compases de espera, el primer violín, al mirar á la sala para reconocer á sus entusiastas, descubrió á Lubimoff, participando inmediatamente su sorpresa á los otros solistas. Todos le sonrieron, dedicándole con los ojos lo que surgía de sus instrumentos, y el público acabó por fijarse en este señor medio oculto que poco á poco iba atrayendo las miradas de la orquesta entera.

Es verdad que en tal caso será preciso reconocer en el espíritu una facultad productiva de las especies representativas; de lo que tampoco nos eximiríamos, identificando las ideas con las percepciones.

Mientras tanto, ella, con el ilogismo de su aturdimiento, insistía en hablar de Laurier, comentando sus hazañas. No le quiero, no le he querido nunca. No pongas la cara triste. ¿Cómo puede compararse el pobre contigo?... Pero hay que reconocer que ofrece cierto interés en su nueva existencia.

El orden se había por completo restablecido en Laycacota, y todos los vecinos estaban contentos del buen gobierno y la caballerosidad del justicia mayor. Pero en 1667, la Audiencia tuvo que reconocer al nuevo virrey llegado de España. Era éste el conde Lemos, mozo de treinta y tres años, a quien, según los historiadores, sólo faltaba sotana para ser completo jesuíta.

Sin embargo, si llegaban a tocar los brazos y las piernas rollizos de Eppie tenían que reconocer su notable dureza y le decían a Silas que si salía buena lo que no era posible saber , sería muy bueno que tuviera a su lado una joven seria que se ocupara de él cuando estuviera demasiado viejo para poder trabajar.

Nuestro globo se halla animado de otro movimiento que lo transporta en el espacio, y en virtud del cual efectúa una revolución entera alrededor del Sol en el intervalo de un año. Movimiento de translación de la Tierra. Cambio de aspecto del cielo.= Procuremos hacer comprender cómo se ha llegado á reconocer la existencia de este segundo movimiento, y los fenómenos que prueban su existencia.

El payés de Can Mallorquí, al reconocer al señor, hizo un gesto de asombro. «¡Allí él esperando con los otros, como un simple pretendiente, sin atreverse a entrar en una casa que era suya!...» Febrer contestó con un encogimiento de hombros. Quería hacer lo mismo que los demás. Se imaginaba que de este modo le sería más fácil conseguir sus deseos.

Gillespie tardó en reconocer el buque. ¿Qué hacía él allí?... ¿Quién le había traído?... Quiso echar una pierna fuera del sillón, y su pie tropezó con algo que resbalaba sobre la madera lanzando un susurro, como de frote de papeles.

El joven, después de haberse arrodillado, quiso levantarse, convencido de la inutilidad de esta orden. Celinda tenía bien sujeta esa espuela. Pero ella insistió para mantenerlo en dicha posición. ¿No le digo, gringuito, que voy á perderla?... Fíjese bien. Y sólo accedió á reconocer su error y á permitir que se levantase cuando la otra hizo volver grupas á su caballo.

Es preciso decirla, repetirla, honrarla, y reconocer que tus leyes, tus mandamientos, tus escrúpulos, son mentira e hipocresía que debemos desenmascarar y confundir. Tus grandes nombres, el Amor, el Deber, el Derecho, tienen un sentido, pero no el mismo que crees.