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Nos metimos en la lancha y comenzamos a remar, sustituyéndonos alternativamente. Al principio, aquel ejercicio nos reanimó; pero pronto empezamos a cansarnos, íbamos entre la bruma. A media mañana vimos que se acercaba hacia nosotros un guardacostas; retiramos los remos y nos tendimos los tres en el fondo de la lancha.

De remos y sirenas impelida La galera se dexa atras el viento, Con milagrosa y prospera corrida. Leiase en los rostros el contento Que llevaban los sabios pasageros, Durable, por no ser nada violento. Unos por el calor iban en cueros, Otros por no tener godescas galas En trage se vistieron de romeros.

La vieja fue detrás de él, gritando: «Aguarda, aguarda, mala sangre. No creas que te me escapas. Yo también tengo buenos remos». Al quedarse sola, Isidora estuvo largo tiempo pensando en su infeliz hermano, y decía: «¡Imbécil, imbécil!... Así no sentirá nada... Y yo, cada vez con más talento para pensar, para comparar... ¡Qué desgraciada soy, y él qué feliz!».

Algo le dolía el brazo todavía «jancia el hombral»; pero como era el izquierdo, se manejaba bien para sus quehaceres. Tenía buena «apetencia», se «jallaba» firme de los otros remos, y por eso se había levantado como todos los días.

Algunos gañanes cazaron al paso a los pequeños energúmenos, levantándolos en alto; pero, aun así, aprisionados, seguían moviendo los remos en el aire con interminable lloro: ¡Juy! que se ha muerto la prima! ¡La pobresita Mari-Crú!

Y bien, Blasillo, ¿qué dices de mi venganza? preguntó el gitano a su joven compañero después que se hubieron alejado mucho de la escampavía por medio de los largos remos de la tartana, cuidadosamente envueltos, de modo que la misteriosa desaparición del gitano pudiera pasar a los ojos de los españoles por un nuevo prodigio.

Luego se descubrió por los undosos Llanos del mar una pequeña barca Impelida de remos presurosos: Llegó, y al punto della desembarca El gran DON JUAN DE ARGOTE Y DE GAMBOA En compañia de DON DIEGO ABARCA, Sugetos dinos de incesable loa, Y DON DIEGO XIMENEZ Y DE ENCISO Dió un salto á tierra desde la alta proa.

Y á lo que parece, bastante grande para recibir á bordo más soldados que semillas tiene una granada. De lo cual me alegro, observó Froilán, porque ó mucho me engaño ó no haremos el viaje solos. ¿No véis allá á lo lejos, entre aquellas casuchas de la playa, los colores de un gonfalón y el brillo de las armas? Esos reflejos no proceden de remos de pescadores ni de ropilla de villanos.

Y Kernok, poniéndose las pistolas a la cintura, y armándose de un largo cuchillo, se plantó de un brinco en la embarcación. Y si es una emboscada, si el navío hace un solo movimiento gritó al segundo , forzad los remos y poneos a distancia de garfio. Diez minutos después, Kernok saltaba sobre el puente del San Pablo con sus pistolas en la mano y el cuchillo entre los dientes.

Berenguer de Entenza embarcó en cinco galeras, dos leños con remos, y diez y seis barcos, ochocientos infantes, cincuenta caballos, y salió de Galípoli la vuelta de la isla de Marmora llamada de los antiguos Propontide.