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Trátase del Concilio que se congregó en Lima, y de las galas de aquella ciudad, y de dos temblores gravísimos que en ella sucedieron. Quisiera que el estilo de mi rima Subiera de repente de su punto, Al Cielo levantando bien la prima En solo este brevísimo trasunto.

Es casi seguro que mis lectores se cansarán de estos sermones indigestos; pero me atrevo á suplicarles indulgencia, en gracia al menos de la buena intencion con que lo hago. ¡Quién sabe si alguna mujer, al ver estas líneas, sale del abismo de la perdicion, del abismo del lujo, de la idolatría de los aderezos, de las joyas y de las galas! ¡Quién sabe si mis fervorosos consejos pueden hacer algun bien en el mundo!

En seguida María Antonia le volvió la espalda y se apartó de aquel sitio. Salieron a relucir las galas y las joyas que se custodiaban en el fondo del arca. María Antonia no parecía ya la penitente. Estaba vestida, harto ligeramente vestida, como en la noche de la tentación y de la cena. Había vuelto la espalda a Dios y dádose de nuevo al diablo.

En el boj que bordeaba el camino, tropezaba Lorenzo a cada paso, al mismo tiempo que esquivaba, al tacto, las guías con flores que los rosales parecían tenderle como para brindarle las galas de sus productos.

Entonces no había el camino real de que te hablo, que es de ayer, y había que ir a buscarle más lejos. Íbamos a caballo, como siempre se ha ido desde aquí por los pudientes. Ella, en un sillón de terciopelo azul y clavillos sobredorados, con las galas de novia, a la moda de entonces. Campaba de veras, porque era guapetona de firme... ¡trastajo, si lo era!

¡Qué bien dice! ¡Qué bien canta! Ya no es tiempo de estar sorda; No hay áspid que lo sea tanto, No hay á tanto golpe roca Que, ya que rendida no, Por lo menos se zozobra. Afuera galas del mundo, Afuera ambiciones locas, Que sólo me habéis servido En esta farsa engañosa Por testigos del delito Contrarios en causa propia.

Por los arrecifes cruzaban por las tardes lujosas carrozas y los modestos asientos de ladrillo se veían siempre ocupados por un público aristocrático que lucía sus más preciadas y ricas galas.

Parece la imágen de una de esas mujeres altivas que, despues de haber brillado hermosas y lozanas, dejan enmohecer sus joyas y no presentan sino caras arrugadas, ojos enjutos, bocas sin dientes y cabezas calvas.... El aspecto lamentable de esa ciudad pretérita hace un extraño contraste con aquella admirable campiña, llena de verdura, de galas y perfumes.

Comienza entonces una escena tan atrevida como original, calculada toda ella para producir la impresión más profunda; pero falta en las palabras de Isabel, que se lamenta de su suerte, y llora arrodillada ante su padre, esa expresión sencilla y natural, que su especial situación exigía; su narración está llena de galas retóricas, metáforas y antítesis.

En medio de tus galas, gimes entre cadenas; la libertad lo es todo y estás sin libertad; para aliviar, oh patria, tu padecer, tus penas, gustoso diera toda la sangre de mis venas, durmiera como duermen tantos la eternidad.