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«¿Pero esto es embriaguez... o qué?...» preguntó la atribulada hija. Y al oírlo D. José se reanimó de súbito, como la llama moribunda que se revuelca en las tinieblas; echó su espíritu un resplandor de vida, y moviendo la lengua, no menos pesada que la de una campana, dijo pausadamente estas palabras: «La hurí ha bajado a los infiernos, y yo voy... en busca suya».

Dió vuelta al conmutador eléctrico y buscó en la obscuridad su lecho, tendiéndose con un ruido exagerado, para que nadie pudiese dudar de que se acostaba. Esta lobreguez reanimó su esperanza. Va á venir... Llegará de un momento á otro. Otra vez se levantó cautelosamente, sin ningún ruido, yendo de puntillas. Había que facilitar las dificultades de la entrada.

El indomable vigor de aquel pequeño ser, ejercitado secretamente en tan duras pruebas, se reanimó no lentamente sino en pocas horas. Apenas en convalecencia, viósela enderezarse contra el recuerdo humillante de haber sido sorprendida, por decir así, en debilidad, trabar pelea con el mal físico, el sueño que podía vencer, y dominarlo.

Conozco lo que un amor entre nosotros exige fatalmente, y me da espanto, me siento sin fuerzas para muchas cosas que antes consideraba sin importancia. lo has dicho: soy otra. El príncipe se reanimó al conocer el obstáculo. Su hijo vivía; estaba seguro de ello.

La piadosa mano de Pepeta, empeñada en tenaz batalla con la muerte, tiñó las pálidas mejillas con rosado colorete; la boca del muertecito, ennegrecida, se reanimó bajo una capa de encendido bermellón; pero en vano pugnó la sencilla labradora por abrir desmesuradamente sus flojos párpados. Volvían á caer, cubriendo los ojos mates, entelados, sin reflejo, con la tristeza gris de la muerte.

Aquí ya se reanimó don Claudio y volvió a su tono y maneras habituales: En resumen dijo a su amigo , que por efecto del paseo, o del sol, o de su apuro por creer que estaba usted con cuidado, o por un poco de cada cosa, Nieves llegó con dolor de cabeza y sigue con él. Justamente, respondió don Alejandro, muy sorprendido por lo súbito del cambio en el humor del comandante.

Algunos pacíficos ciudadanos, en mangas de camisa, subidos en mesas colocadas a lo largo de las aceras, se dedicaban a tapiar las ventanas de sus casas con grandes trozos de madera y con jergones; otros hacían rodar delante de las puertas cubas de agua. Aquel entusiasmo reanimó a Hullin.

Otro escuadrón daba nueva carga por el mismo flanco, lo cual, observado por nosotros, nos reanimó. No íbamos mal; pero los franceses eran muchos, estaban muy hechos a tales embestidas, y sabían defenderse bien de la pesadumbre de los caballos, así como de los sablazos. Sin embargo, no retrocedían delante de nosotros.

Nos metimos en la lancha y comenzamos a remar, sustituyéndonos alternativamente. Al principio, aquel ejercicio nos reanimó; pero pronto empezamos a cansarnos, íbamos entre la bruma. A media mañana vimos que se acercaba hacia nosotros un guardacostas; retiramos los remos y nos tendimos los tres en el fondo de la lancha.

Por muy vaga que fuese esta esperanza, reanimó, sin embargo, al infeliz notario, que había dejado de sangrar hacía ya media hora. La idea de volver a ser lo que era y de reanudar el curso normal de su vida, prodújole una especie de delirio. ¡Qué verdad es que nadie sabe apreciar la dicha de estar completo hasta que no la ha perdido!