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-Señor caballero -replicó el mercader-, suplico a vuestra merced, en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos, que, porque no encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída, y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo; que por el hilo se sacará el ovillo, y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedará contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere.

Faltas de diversión, ansiosas de reunirse, de oír música, de algo que despertase su sentimentalismo, buscaban en la iglesia su club y su teatro, pasando el día en el templo del Corazón de Jesús, allí donde la arquitectura afeminada y ridícula, cargada de oro y bermellón, el armonium, las voces hermafroditas y las bombillas eléctricas, parecían acariciarlas con un halago que tenía tanto de mundanal como de místico.

Mi amo miró sonriendo una mala estampa clavada en la pared, y que, torpemente iluminada por ignoto artista, representaba al Emperador Napoleón, caballero en un corcel verde, con el célebre redingote embadurnado de bermellón.

En pos de marchó la caravana cual una estela inmensa y esplendente de todos los ensueños de mi frente y todos mis anhelos del mañana. Y fué la estrella que fulgió en mis cimas, la lírica cadencia de mis rimas, el encanto perenne de mis horas. Mi astro altivo tejióla una guirnalda, la hizo un trono y pidió para su espalda el bermellón de todas las auroras.

12 Antes morirá en el lugar adonde lo transportaren, y no verá más esta tierra. 14 Que dice: Edificaré para casa espaciosa, y airosas salas; y le abre ventanas, y la cubre de cedro, y la pinta de bermellón. 15 ¿Por ventura reinarás porque te cercas de cedro? ¿Por ventura no comió y bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien?

Llamábanle de mote el Tuerto. La mujer no es bizca como su marido, ni morena; pero tiene los cabellos tan cerdosos como él, y una rubicundez en la cara, entre bermellón y chocolate, que no hay quien la resista. Gasta saya de bayeta anaranjada, jubón de estameña parda y pañuelo blanco á la cabeza.

Los colores de tu tez celeste se parecen al bermellon que hermosea las megillas de un nino dormido en el seno de su madre y mecido con los latidos de su corazon; se parecen al color de rosa que dejan caer los ultimos rayos del dia sobre la nieve de los ventisqueros, y que puede equivocarse con el pudico sonrosado de la tierra recibiendo las caricias del cielo.

«Tenemos caras de muertas», se decían todas las mañanas al mirarse al espejo, y martirizaban su fresca y jugosa piel con los polvos cargados de plomo, el bermellón que teñía levemente las mejillas y los lóbulos de las orejas; y como si sus ojos no fueran bastante grandes todavía enmendaban la plana a la Naturaleza, trazando leves líneas al extremo de los párpados.

Parecía de cristal azulado: una estatua fundida con pasta de espejo de Venecia, que iba á romperse apenas tocase el fondo. Caminaba como un dios de la profundidad, arrancando plantas, persiguiendo con sus manos los relámpagos de bermellón y oro que se ocultaban en las grietas de las peñas. Transcurrían minutos enteros; se iba á quedar para siempre abajo; no subiría.

En la aldea de Anam, con las casas ligeras de techo de picos y corredores, se ve al cochinchino, sentado en la estera leyendo en su libro, que es una hoja larga, enrollada en un palo; y a otro, un actor, que se pinta la cara de bermellón y de negro; y al bonzo rezando, con la capucha por la cabeza y las manos en la falda.