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La lucha es así general y simultánea; sólo así puede ser decisiva. Hace pocos años, si le ocurría a usted hacer el viaje, empresa que se acometía entonces sólo por motivos muy poderosos, era forzoso recorrer todo Madrid, preguntando de posada en posada por medios de transportes. Estos se dividían entonces en coches de colleras, en galeras, en carromatos, tal cual tartana y acémilas.

¡Y pensar dijo el marino que el señor gobernador de Cádiz no puede disponer de una buena fragata para poner término a tales horrores y que no tenemos para defendernos más que algunos guardacostas que huyen así que divisan el bauprés de la tartana maldita! Armemos algunos faluchos por cuenta nuestra, compadre, y ¡por Santiago! ya veremos si Satán le protege y si está al abrigo del plomo.

Ningún plan había sido adoptado, cuando el prudente Santiago exclamó: Con la protección de la Virgen, he aquí lo que yo haría; armaría una chalupa, me aproximaría a la tartana maldita y entraría al abordaje... ¡Eh, compadres! ¿qué les parece?

En aquel momento, la tartana se hundió destrozada, entre los alegres gritos de la tripulación del guardacostas, y el espesor de las tinieblas, que, durante aquel largo cañoneo, habíanse disipado a intervalos, parecía aumentar. El mar estaba casi tranquilo, y no se notaba más que una débil brisa del Sud.

Pero, capitán, veo a un religioso... ¡Infame! se ha disfrazado. ¡Fuego! ¡Por San Pedro! fuego, pues. ¡Por usted, reverendo! El fraile recibió el tiro en el pecho y cayó de rodillas. No quedaban más que dos, él y el filósofo, también herido. Los otros habían sido muertos, se habían ahogado entre los rompientes al querer ganar a nado la tartana, o arrastrados por las olas.

En fin, adiós; huye de España, vete a otro país; vende la tartana y los negros, vete a vivir tranquilo y dichoso, y, en medio de tu felicidad, acuérdate alguna vez del gitano. Blasillo cayó a sus pies. ¿No te parece, hijo mío, que es una lástima acabar mi vida por donde debería haberla comenzado?

Carraspique dio un salto. El Obispo, saliendo de su oratorio, con las manos en cruz, se acercó al Provisor. Por Dios, Fermo, por Dios te pido que me dejes.... ¿Qué?... Ir yo mismo; ver a ese hombre... quiero verle yo... a me ha de obedecer... yo he de persuadirle.... Que traigan un coche si no quieres que me vean, una tartana, un carro... lo que quieras.... Voy a verle, , voy a verle....

Ellas van en peregrinación al Laurel de la Zubia, de merienda á los cármenes y avellaneras del Sacro Monte, y de campo formal, en tartana, al Fargue, á Huétor del Genil ó á la Fuente Grande de Alfacar, verdadera maravilla de la naturaleza.

Se acabaron las berlinitas y los demás gastos con los que se aparenta lo que no se tiene. Una vida arreglada, gastando conforme a la renta, es lo decente y lo digno. Esa fanfarronería, ese afán de aparentar con cuatro cuartos lo que la gente llama «arroz y tartana», es ridículo... ¿lo entiendes bien? soberanamente ridículo.

Tu madre está loca decía algunas veces a Juanito en la puerta de Las Tres Rosas . Si esto sigue más tiempo, todos iréis a pedir limosna. ¡Ah, qué cabeza...! ¡Parece imposible que sea mi hermana! Para ella lo principal es aparentar, y del mañana que se acuerde el diablo. Lo que yo digo: «arroz y tartana...» y trampa adelante.