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Esta atraería al Madrid de rompe y rasga, que brilla y que bulle, pequeña, pero venenosa levadura que corrompe la sociedad entera y la hace aparecer, al imponerle sus leyes a sus vicios, escandalosa hasta un punto que no lo es ciertamente; la otra atraería al Madrid honrado, sensato y devoto, no tan escaso como muchos creen, y en torno de uno y otro bando se agruparía al punto el Madrid verdaderamente inmenso, la gran falange cortesana de gente más bien frívola que corrompida, más bien insustancial que viciosa, que vive de reflejos y escandaliza o edifica, según es escandaloso o edificante el astro que le comunica sus resplandores.

Las pequeñas contrariedades parecen obstáculos insuperables: un grito ocasiona un espasmo; la caída de un mueble produce una conmoción dolorosa... No se sale ya de casa; las puertas están cerradas día y noche; se anda sigilosamente por los pasillos. De cuando en cuando un suspiro rasga los aires.

Luego rasga los aires otra, después otra, después otra... Yo pienso en las palabras del viejo, esta mañana, junto al caño del agua: Esta es la agonía; es la agonía de la muerte...

La junta directiva era, pues, la clave del arco, el clou del proyecto, y el respetable Butrón terminó su perorata suplicando a los presentes se dignasen estudiarlo maduramente, presentando sus candidaturas con arreglo a este croquis que tenía él apuntado en un papelito: Una presidenta, beata de gran nombre. Una vicepresidenta elegante, de rompe y rasga.

El poeta, con su corazón elevado y creyente, y con su amor inmenso, rasga el velo que oculta á los ojos de los mortales el reino de Dios; ábrese el cielo, lleno de nubes rosadas, que se mueven en todas direcciones, y de rostros angelicales resplandecientes, iluminando al linaje humano esos rayos sagrados, hasta los abismos más profundos de lo finito, hasta que todas las miserias de la tierra desaparecen ante el esplendor del astro del cielo.

A la quinta, en la mañana del día tercero, Rafaela se puso fuera de , perdió toda su circunspección, desechó recelos, resolvió arrostrar cualquier peligro que sobreviniese y contestó al gaucho, sin rasgar el papel, aunque bien pudiera decirse, citando el antiguo romance, que le escribió: Con tanta cólera y rabia, que donde pone la pluma el delgado papel rasga.

Y escuchaba como un zumbido dulce sus palabras, sin saber ciertamente qué decía, embriagándose con su música, pensando al mismo tiempo en el porvenir que rápidamente se había abierto ante ella, como una salida de sol que rasga las nubes.

y lánguidas miradas femeninas, y la mujer se mueve entre sus sedas con felina arrogancia de pantera. Estoy en pleno monte. Recluído en un camaranchón llamado escuela, siento sobre mi alma la secuela de la dolencia del que está aburrido. En pleno monte. Flota en el ambiente la gris opacidad de una neblina, que a los rayos del sol se difumina y se rasga en girones lentamente.

Hasta en lo más bajo de nuestra tierra de corrupción brilla algo de la luz divina, como tal vez, en medio de las tempestades, un rayo de sol rasga las negras nubes y se quiebra y riela en las ondas fugaces del mar alborotado.

La palidez de Sola se disipó como un velo que se rasga dejando ver la claridad que encubre, y así fue, por modo parecido al brusco descorrer de una cortina, como se encendió en ella un rubor vivísimo. Echándose a llorar, murmuró estas palabras: Es verdad, señor. Usted es más bueno que los ángeles. El de Boteros estuvo callado un mediano rato contemplándola.