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Al entrar el archipámpano, saludó galantemente a la concurrencia, y dirigiose a la elevada escalinata, donde le aguardaba Su Santidad para imponerle las insignias de su grado: la cuchara de boj amarillo y la sotana de color de azafrán.

Continué viviendo bastante cerca de ella para demostrarle que el partido que adoptaba era menos extremado y suficientemente lejos para dejarla libre y no imponerle complicidades de las cuales me ruborizaba. ¿Qué sucedió entonces en el espíritu de Magdalena? Juzgue usted. Apenas relevada del papel extraordinario de confidente y de salvadora, se transformó de súbito.

Y en cuanto al esmero en el adorno de su persona, ¿qué ley divina ni humana podía imponerle la obligación de ocultar las prendas que el cielo le había dado y de no lucirlas hasta donde esto es compatible con el más rígido decoro?

Felipe II manifestó frío desdén á todas las artes que embellecen y alegran la vida; su sucesor, poco dado á estos placeres de la imaginación, mostró tan poco afecto y tan escaso gusto á estos entretenimientos del espíritu, que sólo se acordó del teatro para suscitarle obstáculos é imponerle restricciones, y, sin embargo, cabalmente cae en los reinados de Felipe II y III la época en que alcanzó el teatro mayor perfección y explayó sus inagotables riquezas.

Había creído que le echaban aquel hombre para explorarle, y le había tratado con la mayor reserva. Pero muy pronto se convenció de que el cocinero obraba de buena fe, que estaba desesperado, que tenía miedo. Comprendió, además, que siendo como era avaro y de una manera exagerada Montiño, no había que pensar en imponerle reparaciones respecto á su dinero.

Los castigos que la superiora decidió imponerle, al fin, le hicieron conocer otro mal sentimiento: el rencor. Pero a veces el pequeño Cristo volvía a bajar de su nicho, caminaba sobre las baldosas del corredor solitario, aparecía en la celdilla de Adriana, como un mudo reproche, y la miraba fijamente.

Sería extraño que sufriese en silencio el presuntuoso descaro con que los diputados y senadores yankees se constituyen en tribunal del humano linaje, en hierofantes de la filantropía y la cultura, reprobando y anatematizando la conducta de una nación soberana en su gobierno interior, sometiéndola á su fallo y tratando de imponerle castigos infamantes, de desmembrarla á su antojo y de despojarla de parte de sus bienes.

Los amigos del orador trataron una vez más de imponerle silencio con sus risotadas. ¡Maugirón, nos estás aburriendo! ¡Una cena de multa, Maugirón! ¡Se escurre como un macarrón, este tipo! ¡Qué cursi es eso! ¡Pues no se ocupa de la magistratura!... ¡Oye! Pide una plaza de fiscal... ¡Sois todos unos idiotas! exclamo Maugirón aprovechando un momento de calma. ¡Qué grosero! dijo Marieta de Fontenoy.

Después de deliberar un buen rato cerca de la cama de la parturienta, ésta nos dijo que su marido la mataría infaliblemente si ella intentaba imponerle esta paternidad legal. El conde añadió que el marqués de los Montes de Hierro no consentiría jamás en firmarse Chermidy. Resumiendo, inscribí al niño en la alcaldía con el nombre de Gómez, hijo de padres desconocidos.

Esta atraería al Madrid de rompe y rasga, que brilla y que bulle, pequeña, pero venenosa levadura que corrompe la sociedad entera y la hace aparecer, al imponerle sus leyes a sus vicios, escandalosa hasta un punto que no lo es ciertamente; la otra atraería al Madrid honrado, sensato y devoto, no tan escaso como muchos creen, y en torno de uno y otro bando se agruparía al punto el Madrid verdaderamente inmenso, la gran falange cortesana de gente más bien frívola que corrompida, más bien insustancial que viciosa, que vive de reflejos y escandaliza o edifica, según es escandaloso o edificante el astro que le comunica sus resplandores.