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Pero cuando estaba en lo más ardiente de su acusación fiscal, entró la dueña cojitranqueando, y dijo: Todo el mundo al cuarto de la señora. El mundo todo aquel á que se refería la dueña, eran un rodrigón que ya conocemos, dos doncellas, dos escuderos, dos criados y un paje. Todo el mundo entró con cuatro palmos de curiosidad en el aposento de la joven.

D. Mariano Nougués Secall, fiscal del tribunal de justicia. Nota 2.ª Pág. 130. Tomo 1.º Cada oracion canónica consta de la invocacion, varios rikats, y salutacion. El rikat se compone de siete posiciones del cuerpo con diferentes oraciones; he aquí la forma con el tenor de la oracion. El cuerpo recto y las manos levantadas á la altura de las orejas, se dice: ¡Alláhou ak i bár! ¡Dios mui grande!

Y aunque acerca de esto último nada tiene que decir el Fiscal, sino poner á la vista de V.S. el plan presentado á fojas 47, por el Reverendo Padre procurador general de estas misiones: pero en cuanto á lo demas, no puede menos que recordarle la memoria de lo que dispone la ley 2, título 4, libro 4 de las Recopiladas de estos reinos.

Vaya, vaya, vaaaaya con el señorito Octavio... ¿Y qué vientos corren por la villa, señorito? Nosotros, los curas de aldea, no sabemos nada de lo que pasa en el mundo hasta que llega el día del mercado. Pues lo mismo de siempre, señor cura: nada ocurre de particular. ¿Qué se sabe de la separación del promotor fiscal? No tenía noticias hasta ahora de que...

El fiscal que pide la cabeza del malo nada sería sin , que obedezco; todos somos ruedas de la misma máquina, y ¡vive Dios! que merecemos igual respeto, porque yo soy un funcionario... con treinta años de servicios. El ogro En todo el barrio del Pacífico era conocido aquel endiablado carretero, que alborotaba las calles con sus gritos y los furiosos chasquidos de su tralla.

Apenas nos distraemos un poquito con sus gorjeos, cuando nos dice la voz de cualquier fiscal municipal o jefe de sección: «¡Hola! ¿Versitos, eh? ¡Vaya una gana que tiene V. de perder el tiempo!» Y no es eso lo peor. Debajo del árbol no se disfruta tampoco la paz y sosiego necesarios.

Y corrían los meses y la causa iba con pies de plomo, y el pobre diablo se encontraba metido en un dédalo de acusaciones, y el fiscal veía pruebas clarísimas en donde todos hallaban el caos, y el juez vacilaba, para dar sentencia, entre horca y presidio. Pero la Providencia que vela por los inocentes, tiene resortes misteriosos para hacer la luz sobre el crimen.

Plácido la profesaba con no menos entusiasmo que cualquier caballista andaluz, sólo que era de infantería, y además no quitaba la vida a nadie. Su conciencia, envuelta en horrorosas nieblas tocante a lo fiscal, manifestábase pura y luminosa en lo referente a la propiedad privada. Era hombre que antes de guardar un ochavo que no fuese suyo, se habría estado callado un mes.

Del ruidoso pleito entre D. Pedro Solier y D. Alonso de Aguilar no hallamos rastro despues del año 75, en el cual consta que tuvo que intervenir el fiscal de la curia romana por S. S., habiéndose dado poder á varios procuradores para que compareciesen ante el Illmo. Sr. D. Rodrigo, obispo de Albano, cardenal y vice-cancelario, juez especialmente nombrado por el Papa en dicho pleito.

Así se los ponían a Fernando séptimo dijo el fiscal, repitiendo una frase tradicional en los billares, en idénticos casos; es decir, cuando queda la bola contraria entre la del jugador y los palos y en línea recta, para fusilar. ¿Se tira esto? preguntó Leto al Ayudante repitiendo otra frase de billar. Y con mucho cuidado contestó el Ayudante, dándose por muerto. Pues allá va.