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Tan elocuente y expresivo estaba todo allí, que casi se ruborizaba de propia la jovenzuela al desnudarse para meterse en el cándido y esponjado lecho. ¡Lo que influye en los juicios y sentimientos humanos el relumbrón del aparato escénico!...

Cuando Máxima sorprendía entre ellos alguna mirada cariñosa, bajaba la vista, sonriendo con malicia: mostrábase complaciente con exceso; les tiraba de la lengua para que se dijesen amores en su presencia; daba leves empujones a Rosa para que se aproximase más al joven; les hacía preguntas un tantico impertinentes que los ruborizaba; adoptaba, en fin, una actitud protectora, que Andrés encontraba muy chistosa.

Mandole también en otra ocasión que cuando soltase alguna palabra obscena, besase inmediatamente la tierra: esta la cumplió, con no poca risa y algazara de los compañeros, pues cuando se hallaba más embebecido en el juego y se le escapaba cualquier palabra de aquéllas, se bajaba rápidamente a dar un beso en el suelo; mas él no se ruborizaba y llegó a tomarlo a risa como ellos.

Después de los cumplimientos de usanza, la señora de Aymaret, ruborizada por nada se ruborizaba esta mujer adorable , habló al pintor de su pretensión, que el artista acogió con la mejor voluntad.

Mientras duró la conferencia con el padre, no le quitaba la vista de encima, y ella bajaba la suya, se ruborizaba, y para disimular su turbación, jugaba con el abanico con un aire infantil que enloquecía. Quedaron con el padre en que al día siguiente le llevaría los antecedentes de la cuestión que quería entablar, que era intrincadísima.

Era el alma y el regocijo de la tertulia de la Niña. La vaya incesante con que mortificaba a ésta los tenía a todos en continuo espasmo de risa. Vamos, Nuncia, ¡mucho ojo! No hables demasiado, porque ya sabes que te he visto las pantorrillas y... y... y... La pobre octogenaria se ruborizaba como una niña de quince. Nada la sofocaba tanto como este recuerdo importuno de la tarde del columpio.

No le fue difícil notar que Sofía era romántica; que en la clase necesitaba de mucha atención, que sus plumas eran siempre malas y necesitaban cortarse; que acompañaba generalmente la súplica con cierto éxtasis en la mirada, que no guardaba relación con el servicio que verbalmente pedía; que a veces toleraba que las curvas de su rollizo y torneado brazo blanco reposaran sobre el del maestro cuando estaba escribiendo sus muestras, y que cuando tal hacía se ruborizaba y echaba hacia atrás los rizos de sus blondos cabellos.

Aquel día estaba muy alegre, reía por la menor causa, se ruborizaba sin motivo, estaba inquieta y sin sosiego, quedábase pensativa un largo rato, y después parecía hablar consigo misma. Las nueve serían cuando Pascuala volvió de la calle, y entró en el cuarto de Clara.

Todo el día y toda la tarde estuve en compañía de Mary. Por la tarde, después de comer, cuando fuí a casa de Recalde a buscar a mi novia, me encontré con Quenoveva. Le pregunté por su padre, el gran Urbistondo, y por toda la chiquillería, y, aunque ella se oponía y se ruborizaba, la abracé efusivamente. A Mary no le hizo mucha gracia el abrazo que di a su amiga, pero se le pasó pronto el enfado.

No contestó, y ¡cosa singular! la que siempre se había ruborizado cuando en presencia de los curas le hablaban de cosas mundanas, se ruborizaba ahora porque la hablaban de Teología. Yo no ... yo no entiendo ... yo no he leído ese libro contestó al fin, viendo que el majadero de Entrambasaguas repitió su pregunta, adornada con dos ó tres festones más de latín.