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Y el portero se encaminaba, paso entre paso, a la celda del guardián; y cinco minutos después regresaba con la superior licencia, que su paternidad no tenía entrañas de ogro para contrariar deseo de embarazada. Puede pasar la niña del antojo con toda la sacra familia. Y otro lego asumía las funciones de guía o ciceron

Si Estenoz hubiera obtenido la derogación de la Ley Morúa, bien por medio de la propaganda pacífica, bien empleando la violencia, se habría convertido en jefe nato de los negros que habitan la isla, y que constituyen un crecido tanto por ciento de su población total, lo que equivale á decir que el ambicioso cabecilla hubiera dispuesto á su antojo de una fuerza electoral irresistible, que ora empleada en beneficio de su raza, ora valiéndose de ella para robustecer á cualquiera de los partidos legítimamente constituídos, habría jugado, en todos los casos, un papel decisivo en la política cubana.

La descripción de dicho camino es imposible, entre otras cosas, porque en muchos sitios no lo hay, y en otros las torrenciales aguas lo modifican á su antojo entre aquellas accidentadas y bruscas estribaciones.

Son hechos los poetas de una masa Dulce, süave, correosa y tierna, Y amiga del hogar de agena casa. El poeta mas cuerdo se gobierna Por su antojo valdio y regalado, De trazas lleno, y de ignorancia eterna. Absorto en sus quimeras, y admirado De sus mismas acciones, no procura Llegar á rico, como á honroso estado.

Mis amigos conocen ya, por lo que de él se me antojó referirles, á D. Francisco Torquemada, á quien algunos historiadores inéditos de estos tiempos llaman Torquemada el Peor. ¡Ay de mis buenos lectores si conocen al implacable fogonero de vidas y haciendas por tratos de otra clase, no tan sin malicia, no tan desinteresados como estas inocentes relaciones entre narrador y lector!

No había más santos en el salón ni otra cosa que revelase la morada de un mitrado. El Ilustrísimo Señor don Fortunato Camoirán, Obispo de Vetusta, dejaba al Provisor gobernar la diócesis a su antojo; pero en su salón no había de tocar.

En casa dicen misa en un rico oratorio, y yo en todo este tiempo no he visto que el sol del cielo de día, y la luna y las estrellas de noche, ni qué son calles, plazas, ni templos, ni aun hombres, fuera de mi padre y de un hermano mío, y de Pedro Pérez el arrendador, que, por entrar de ordinario en mi casa, se me antojó decir que era mi padre, por no declarar el mío.

1056 Yo del fondo del mar donde los pejes nacieron; yo por que crece el árbol, y por que silban los vientos: cosas que inoran los blancos las sabe este pobre negro. 1057 Yo tiro cuando me tiran; cuando me aflojan, aflojo; no se ha de morir de antojo quien me convide a cantar; para conocer a un cojo lo mejor es verlo andar.

Bien que ya le verá cuando pase usté de vuelta esta tarde... Aunque mejor fuera que se quedara a comer con nosotros y dejara la caminata para otra ocasión... ¡Vaya que es antojo el de llegar hasta el camino real!... Dos veces en toda mi vida he puesto yo los pies en él... Mire si soy correntona... ¡Vaya, vaya!...

El padre Arce decía que para él era caso de conciencia consentir en el capricho femenino; pues una vez que se negó a conceder tal licencia acontecióle que, a los tres días, se le presentó la niña del antojo llevando el feto en un frasco y culpándolo de su desventura.