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Y así es el hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los niños, a más de su corazón; pero en la imprenta dicen que el corazón cabe siempre, y el mundo no, ni el artículo de La Luz Eléctrica, que cuenta cómo se hace la luz, y qué cosa es la electricidad, y cómo se enciende y se apaga, y muchas cosas que parecen sueño, o cosa de lo más hondo y hermoso del cielo: porque la luz eléctrica es como la de las estrellas, y hace pensar en que las cosas tienen alma, como dijo en sus versos latinos un poeta, Lucrecio, que hubo en Roma, y en que ha de parar el mundo, cuando sean buenos todos los hombres, en una vida de mucha dicha y claridad, donde no haya odio ni ruido, ni noche ni día, sino un gusto de vivir, queriéndose todos como hermanos, y en el alma una fuerza serena, como la de la luz eléctrica.

4 Mirad también las naves, siendo tan grandes, y siendo llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por dondequiera que quisiere la gana del que gobierna. 5 Así también, la lengua es un miembro pequeñito, y se gloría de grandes cosas. He aquí, un pequeño fuego ¡cuán grande bosque enciende! 6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad.

Porque la Musa de la Noche enciende en nuestros epitalamios el lampadario inmortal de la Belleza. Y la pobre carne se transfigura cuando ella trae en la mano el lirio del más allá, el lirio del Misterio y de la Poesía, como una celeste Anunciación para el espíritu, hundido en la carroña igual que en un abismo. Un viejo café galante

La duquesa se lo dijo al duque, y le pidió licencia para que ella y Altisidora viniesen a ver lo que aquella dueña quería con don Quijote; el duque se la dio, y las dos, con gran tiento y sosiego, paso ante paso, llegaron a ponerse junto a la puerta del aposento, y tan cerca, que oían todo lo que dentro hablaban; y, cuando oyó la duquesa que Rodríguez había echado en la calle el Aranjuez de sus fuentes, no lo pudo sufrir, ni menos Altisidora; y así, llenas de cólera y deseosas de venganza, entraron de golpe en el aposento, y acrebillaron a don Quijote y vapularon a la dueña del modo que queda contado; porque las afrentas que van derechas contra la hermosura y presunción de las mujeres, despierta en ellas en gran manera la ira y enciende el deseo de vengarse.

¿Que si lo han visto?... ¡Ya lo creo! ...Gran movimiento en la tienda de Sid'Omar... El cafetero llena las tazas, enciende otra vez las pipas.

Luego, se enciende una panetela de puro Ambalema, cigarro de una forma análoga a los de pajita y hecho del exquisito tabaco que se encuentra en el punto indicado, y que, en la categoría jerárquica viene inmediatamente después del de la Habana.

Pero llegó la ocasión aquélla antes descrita, el coloquio con la tía Roma y con D. José, el grito de Valentín, y he aquí que al judío le da como una corazonada, se le enciende en la mollera fuego de inspiración, trinca el sombrero y se va derecho en busca de su desdichado cliente.

Y desde aqui te prometo, Que si conduces á efeto Mi amorosa voluntad, De darte la libertad, Y serte amigo perfeto. En todo lo que quisieres, He, señor, de complacerte, Por ser tu esclavo, y por verte Que melindres de mugeres Te traigan de aquesta suerte. De qué nacion es la dama Que te enciende en esa llama, Sin mirar en su interes? Española dicen que es. El nombre? Silvia se llama. Silvia?

Charlamos; es decir, nos dirigimos uno al otro frases a medias palabras al uso campesino, esas interjecciones casi indias, breves y rápidas como las postrimeras chispas de los consumidos sarmientos. Al fin, pónese de pie el guarda, enciende la linterna, y piérdese su paso perezoso en la calma y obscuridad de la noche silenciosa...

Detrás del bosque de pinos, cuya corona sombría y silenciosa domina todo ese movimiento, se enciende un resplandor de oro; dentro de media hora la luna verterá sobre aquella escena su luz sonriente. Juan avanza a pasos lentos entre las tiendas; se detiene delante de la posada de la Corona y mira por la ventana.