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Tendré que ser juicioso a la fuerza. La miseria me amenaza, señor L'Ambert. ¡Te repito que me alegro! ¡Señor L'Ambert! ¿Qué? Si tuvieseis la bondad de comprarme un tonel nuevo para ganarme la vida honradamente, os juro que volvería a ser un buen sujeto. ¡Buena fuera! Lo venderías al día siguiente para emborracharte. No, señor L'Ambert, ¡os lo juro por mi honor! Esos son juramentos de borracho.

Era un lujo destrozar á tiros las botellas de champaña traídas de Europa, pagándolas luego á unos precios que hubiesen escandalizado á muchos ricos. Otros, para beber un simple vaso de vino, hacían abrir la espita de un tonel, dejando que chorrease en su vaso durante mucho tiempo lo mismo que una fuente, perdiéndose enormes cantidades de líquido.

Las débiles y movibles varillas que juegan, se adelantan y retroceden, no son insensibles, aunque garantice hasta cierto punto la secreción á su derredor de una cantidad de blanda gelatina que, sin duda, constituye un colchón. Por fin, es preciso; se lanza, se afirma sobre sus púas, como sobre otras tantas muletas, rueda su tonel de Diógenes y, como puede, llega á puerto.

Sin embargo, Rang atestigua haber visto uno del tamaño de un tonel, y Perón encontró otro de iguales dimensiones en el mar del Sur, que rodaba, roncaba, entre el oleaje con grande estrépito. Sus brazos, de seis ó siete pies de longitud, se desplegaban en todas direcciones, simulando una furiosa pantomima de horribles serpientes.

El pan se amontonaba detrás del mostrador, al amparo de los dueños, como si éstos temiesen los hurtos de los parroquianos ó una súbita acometida de los hambrientos que pululaban afuera. Un tonel de sardinas doradas por la ranciedad, esparcía acre hedor.

En pago de sus servicios, recibió alojamiento, cama, manutención y ropa limpia, a razón de una camisa cada mes, sin contar el franco y medio semanal que le daba su patrón para sus gastos de soltero. Con sus economías, compró, al cabo del año, un tonel de lance, y se estableció por su cuenta. El éxito que obtuvo fue asombroso, y superior a cuanto pudo esperarse.

La primera vez que canté "La Molinera," dijo modestamente, fué en la taberna de Horla, cuando ni soñaba ser arquero. ¡Otro trago, camaradas! gritó Reno sumergiendo su enorme recipiente de cuero en el tonel. ¡Á la salud de la Guardia Blanca y de cuantos siguen el estandarte de las cinco rosas! ¡Por la guerra próxima y la victoria segura! brindó el capitán Golvín.

¿Preso entre los criminales? ¡Gracias, señor L'Ambert! ¡Eso sería la deshonra de mi familia! ¡Seguirás bebiendo, o no? ¡Ah, Dios mío! ¿cómo beber cuando no se tiene dinero? Todo lo he gastado ya, señor L'Ambert. Me he bebido los dos mil francos íntegros; me he bebido mi tonel y cuánto poseía, y no hay un alma en la tierra que ya quiera abrirme crédito. Me alegro, perillán; hacen todos muy bien.

Pero hay uno que lleva su increíble osadía hasta á hacer una clara alusión al tonel en qué nuestro héroe estuvo guardado cuando fué perseguido por Firmo de Rivota, y entonces ¡puño! el hijo de la tía Jeroma salta como un leopardo de los bosques, levanta su mazo... y habría la de Roncesvalles si no intervienen Regalado, el tío Pepón y otros caracterizados personajes allí presentes.

Eran iguales á los palacios de Oriente: obscuras y tristes en los muros exteriores; deslumbrantes en su interior, como un lago de nácar. Algunos recibían nombres terrestres, por la forma especial de su concha: la liebre, el casco, el cuerno de Tritón, el tonel, la sombrilla mediterránea.