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-Yo iré y volveré presto -dijo Sancho-; y ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que le debe de tener agora no mayor que una avellana, y considere que se suele decir que buen corazón quebranta mala ventura, y que donde no hay tocinos, no hay estacas; y también se dice: donde no piensa, salta la liebre.

Martín, sin que lo notara nadie, se fué alejando de allí y bajó al pueblo corriendo. El llevar en su bolsillo su fortuna, le hacía ser más asustadizo que una liebre. A la hora en que los soldados formaban en la plaza, se presentó Martín y, al ver a Bautista, le dijo: Vete a la iglesia y allí hablaremos. Entraron los dos en la iglesia, y en una capilla obscura se sentaron en un banco.

Vamos, un guisado de liebre dice la posadera a su 55 marido. Pero, hija responde éste en voz baja ya sabes que no tenemos. ¿Y qué? replicó la mujer ingenuamente Dale conejo... Como es inglés, no entenderá bien nuestra 60 lengua. Un recluta escribía a su padre una carta bastante breve y concluyó así: No escribo más porque tengo tanto frío en los pies que no puedo tener la pluma. 65

Primitivo, después de soltar en un rincón la escopeta, vaciaba su morral, del cual salieron dos perdigones y una liebre muerta, con los ojos empañados y el pelaje maculado de sangraza.

, hombre; yo mismo he visto la cabeza en la cocina. ¡Era un perro de aguas más hermoso! Dicho esto salió del comedor, y al volver tenían una cazuela con liebre. Fué al otro extremo de la mesa y dijo a los del bando contrario: ¡Vaya unos gatos más buenos que compra este fondista a los carabineros! ¡Ah!, ¿pero es gato eso? , no se lo digáis a esos, pero yo he visto las colas en la cocina.

No he rehusado la renta contestó la joven con soltura, sin dejar de mirar el juego ; lo que he rehusado ha sido al que la posee. Ha hecho bien dijo el general : cada cual debe casarse en su país. Este es el modo de no exponerse a tomar gato por liebre. Bien hecho añadió la marquesa . ¡Un protestante! Dios nos libre. ¿Y qué decís vos, condesa? preguntó el duque.

Bajó, volvió a subir, y en aquel viaje anheloso, semejante al de la liebre perseguida, vio morir al Hermano Sancho, el que acompañaba a Gracián en sus paseos y excursiones, y al Hermano coadjutor Ostolazo, que pereció en el patio y fue arrastrado a la calle por las mujeres. El pánico horrible redoblaba las fuerzas del macarrónico para correr.

La liebre en medio de su vida agitada y el murciélago que vive envuelto en tinieblas, son tiernísimos para su familia; y hasta los crustáceos, los pulpos, se quieren y se auxilian: cuando se pesca la hembra, el macho se precipita sobre ella y déjase agarrar.

¡Viste!... se limitaban a preguntarse recíprocamente al ver cruzar una liebre o al ver aparecer en la puerta de su cueva algún vizcachón valetudinario. En las postas del camino cambiaron caballos que Hipólito conocía hasta en sus detalles más íntimos y sin tropiezos llegaron a la del «Paso», donde debían almorzar y sestear, según lo anunciado por Melchor. ¿Sabe que hemos andado ligero, Baldomero?

Déjase correr él que lo ha notado, porque le tiene cuenta la equivocación para sus fines mercantiles, y comienza el asedio de preguntas de aquellos admiradores entusiastas del perínclito francés. «Pero, vamos a ver llegan a preguntarle , ¿cómo puede un hombre ponerse cara a cara con un león y atreverse a soltarle un tiro?» A lo que responde muy sosegadamente el peletero: «De la manera más sencilla. ¿No se han visto ustedes alguna vez cara a cara con una liebre?