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Con todo eso, los dos fervorosos Misioneros Joseph de Arce y Juan Bautista de Zea, deseaban se pusiese por obra este intento, allanando con su celo las dificultades tan grandes que se ofrecían.

Pero cuanto más comedido se mostraba el indiano, tanto más insolente se iba haciendo el empleado del Tribunal de Cuentas. Sobre todo desde que Barragán se autorizó de sobremesa el dudar de la capacidad financiera de Juan Bautista Trúpita que había sido el protector del empleado en su juventud la rabia de éste ya no tuvo límites.

Debían de encontrarse en el punto indicado por el hombre de Yécora, entre la puerta de Mercadal y la de Paganos. Efectivamente, el sitio era aquél. Distinguieron los agujeros en el muro que servía de escalera; los de abajo estaban tapados. Podríamos abrir estos boquetes dijo Bautista. ¡Hum! Tardaríamos mucho contestó Martín . Súbete encima de a ver si llegas. Toma la cuerda.

La vasta circunferencia de un cuello alechugado, hecho con mucho esmero, que proyectaba por debajo de su barba gris, según la moda del tiempo antiguo, contribuía á darle á su cabeza un parecido á la de San Juan Bautista en la fuente.

Otro tanto, si no ya peor, porque fueron más en número, sucedió á los de San Juan Bautista.

La partida iba en dos grupos; en el primero marchaba Martín y en el segundo Bautista. Ninguno de la partida tenía mal aspecto ni aire patibulario. La mayoría parecían campesinos del país; casi todos llevaban traje negro, boina azul pequeña y algunos, en vez de botas, calzaban abarcas con pieles de carnero, que les envolvían las piernas.

7 Nuestra Señora de Regla, de D. Ambrosio de Cuenca. 8 Amar por señas, del maestro Tirso de Molina. 9 Las auroras de Sevilla, de tres ingenios. 10 La Cruz de Caravaca, de D. Juan Bautista Diamante. 11 La ventura con el nombre, del maestro Tirso de Molina. 12 La judía de Toledo, de D. Juan Bautista Diamante. 1 El príncipe D. Carlos, del Dr. Juan Pérez de Montalbán.

La población enarboló bandera de parlamento; y el ejército, con el general al frente, entraba en la ciudad. Por más que Martín y Bautista preguntaron en todas las casas, no encontraron a Catalina. Las últimas aventuras LOS RECI

Es inútil advirtió el Marqués . Bautista tiene fuerza pero no alcanza; es de mi estatura... no hay más remedio que buscar otra escalera.... No la hay en el jardín... Sabe Dios dónde parecerá... ¡Por Dios! ¡por Dios!... que ya me mareo, que me caigo de miedo. Entonces don Álvaro, a quien Ana había dirigido una mirada animadora y suplicante, se decidió.

¡Pero si no tiene dinero! Pues ahora lo ha encontrado. La idea del casamiento con Bautista no soló consoló a la muchacha, sino que pareció ofrecerle un halagador porvenir. ¿Y qué quieres que haga? ¿Salir de la casa? preguntó la Ignacia, secándose las lágrimas y sonriendo.