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En aquella tarde, cuando los establecimientos de crédito estaban ya cerrados, el gobierno había lanzado un decreto estableciendo la moratoria, para evitar una bancarrota general á consecuencia del pánico financiero. ¿Cuándo le pagarían?... Tal vez cuando terminase la guerra que aún no había empezado; tal vez nunca.

La presencia de Torquemada en el patio, que todos los domingos era una desagradabilísima aparición, produjo aquel día verdadero pánico; y mientras algunas mujeres corrieron á refugiarse en sus respectivos aposentos, otras, que debían de ser malas pagadoras, y que observaron la cara que traía la fiera, se fueron á la calle.

A continuación, todo el buque pareció cubrirse de aullidos de dolor, de gritos de sorpresa, de carreras de gentes enloquecidas por el pánico, de órdenes enérgicas. Por las dos chimeneas del paquebote se escaparon torrentes mugidores de humo negro, al mismo tiempo que debajo de la cubierta empezaba un jadeo ruidoso, igual al estertor de un gigante moribundo.

El muchacho, sin hacer caso, presa de un terror pánico, redobló sus esfuerzos, tratando de perderse en las callejuelas próximas á la catedral. Pero Velázquez, más ágil, no tardó en darle alcance, poniéndole una mano sobre el hombro. ¿Qué es eso, hijo, por qué corres tanto? El chico retrocedió asustado, arrojándose contra la pared de una casa.

Los corsarios alemanes, valiéndose de astucias, aumentaban con sus presas el pánico de la marina mercante. Saltó el precio del flete de trece chelines la tonelada á cincuenta; luego á sesenta, y á los pocos días á ciento. Ya no podía subir más, según el capitán Ferragut.

El pánico se había apoderado de los hombres de negocios: por la Bolsa, por todos los círculos financieros soplaba un viento helado de muerte; los más audaces huían; los más valientes se apresuraban a poner en salvo su dinero; a las puertas del Banco de España se acumulaba la muchedumbre para cambiar por plata los billetes.

Le habían asegurado que su pupila, la señorita Carmen, estaba muy mal hallada en compañía de la señora, y maltratada por ésta y por sus hijos..., y la señora comprendería que era preciso aclarar aquel asunto cuanto antes y resolver en consecuencia con enérgica resolución. Doña Rebeca apenas podía interrogar disimulando su despecho y su pánico: ¿Y quién nos calumnia?... ¿Quién ha dicho?...

Y ya sabe Vuestra Reverencia que soy un sepulcro replicó Cordero levantándose . Muchas felicidades y pocos sustos. Despidiose y fue a ver a Genara, esperando hallar en su casa las noticias que no pudo o no quiso darle Gracián. La dama estaba preparando sus maletas para huir de Madrid y de la epidemia que empezaba a difundir horroroso pánico en los habitantes de la Villa.

Acudían allí los curas acompañando y animando al rebaño de electores, a fin de que no se dejasen dominar por el pánico en el momento de depositar el voto. Para evitar que «se la jugasen», don Eugenio, valiéndose del derecho de intervención, sentó en la mesa a un labriego de los más adictos suyos, con orden terminante de no separar la vista un minuto de la urna. «¿ entendiste, Roque?

Inclinó la suya el conde para darle un beso en la frente y sintió sus labios abrasados por el calor de la fiebre. Gozó la criatura algunos momentos de sueño letárgico. Corrían de vez en cuando por su tierno cuerpo vivos estremecimientos. Despertó al fin dando un grito. ¡Luis, que me llevan!... ¡Míralos, míralos... ahí están! Sus ojos expresaban un terror pánico.