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»En la mañana siguiente partí para Sevilla: el camino estaba lleno de viajeros de a pie, de a caballo y en litera. En la última casa de postas no me pudieron proporcionar mulas para mi carruaje; solamente había cuatro y estaban tomadas por un gran personaje que viajaba de incógnito. Fue necesario detenerme.

Durante un mes pude sufrir la lucha entablada entre mi razón y mis celos; pero llegó un día en que me estremecí. Amparo nada me dijo cuando la anuncié este viaje, más que las siguientes palabras: Espero que volverás pronto. Aquella noche salí de Madrid en una silla de postas. Mi resolución era, no volver a ver más a Amparo.

En efecto, por una parte llama la atencion el cruzamiento de diligencias, ómnibus y sillas de posta que llegan á cada momento á derramar á las puertas de los hoteles y de la casa de Correos y Postas sus contingentes de viajeros de todos los países, correspondientes por lo mismo á los mas diversos tipos.

Chisco llevaba una escopetona de pistón con anchas abrazaderas reforzadas con bramante encerado sobre el larguísimo cañón roñoso, un cuerno para la pólvora y una bolsa de badana verde para el perdigón y las postas que iban mezcladas con él.

¡Viste!... se limitaban a preguntarse recíprocamente al ver cruzar una liebre o al ver aparecer en la puerta de su cueva algún vizcachón valetudinario. En las postas del camino cambiaron caballos que Hipólito conocía hasta en sus detalles más íntimos y sin tropiezos llegaron a la del «Paso», donde debían almorzar y sestear, según lo anunciado por Melchor. ¿Sabe que hemos andado ligero, Baldomero?

¡Marró! exclamó el señorito fingiendo gran contrariedad, mientras para discurría: «No era bala, eran postas.... Le quería meter grajea de plomo en el cuerpo.... ¡Claro, con bala era más escandaloso, más alarmante para la justicia. Es zorro fino!». Y en voz alta: No vuelvas a cargar; hoy no se caza, que se nos viene la lluvia encima y tenemos que apretar el paso.

¡Qué! buscar postas y marcharnos á Barcelona; embarcarnos allí y plantarnos en Nápoles. ¿Tenéis miedo? Os confieso que estoy asustado. ¿Por lo de don Rodrigo...? No, por lo de la corte... cosas se están preparando... cosas inevitables... sería necesario ser un Dios. Pues yo no me voy, á no ser que se viniera conmigo doña Clara.

el látigo del postillón, anunciándome que un coche acababa de llegar; entreabrí las cortinas, y cuando el polvo se hubo disipado, vi una silla de postas inglesa del gusto más exquisito. ¡Pero cómo se harán ustedes cargo de mi sorpresa y del temblor que se apoderó de , cuando reconocí a Carlos al lado de una señora joven y extremadamente bella!

Estos van a tomar posada y apearse a Caldebayona o a la Pajería , y es tu dama y el soldado que viene en su compañía, que, por acabar más presto la jornada, dejaron la litera y tomaron postas. ¡Juro a Dios dijo don Cleofás que lo he de ir a matar antes que se apee, y a cortalle las piernas a doña Tomasa!

-Así se hará, o no quedará de pedazo replicó Monipodio. Y llamando a la guía, le dijo: Ven acá, Ganchuelo: ¿están puestas las postas? dijo la guía, que Ganchuelo era su nombre : tres centinelas quedan avizorando, y no hay que temer que nos cojan de sobresalto.