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Este se hallaba sentado en un cubo, cosiendo con bramante unos pedazos de alfombra vieja que habían de servir de manta a la mula. Perdona que no me levante dijo con su voz de niño . eres de casa. ¡Ay, estas piernas!... Había sustituido la casulla de piel de conejo con la otra de las grandes solemnidades: la de espejuelos y cintajos de colores, que le daba el aspecto de un salvaje de teatro.

Aunque a D.ª Laura nada debía, antes muriera que pedirle dinero, después del atroz desaire recibido de ella. No se atrevía tampoco a acudir a Joaquín Pez. Salió. Mariano se quedó solo. Por no ser excesivo el número de sillas que en el cuarto había, estaba sentado en un baúl bajo. A su lado, en un rincón, vio paquetes de papeles viejos liados fuertemente con bramante.

Paco Vegallana, juraba que usaba aquella señora ligas de balduque, y que él le había conocido una de bramante. Todo esto, por supuesto, se decía nada más entre hombres, y habían de ser discretos. Los bajos de Obdulia, en cambio, eran irreprochables; no así su conducta: pero de esto ya no se hablaba de puro sabido.

Había ya terminado la comida, llegaba a lo sumo la alegría, y los chiquillos, dispersos por todos los lados, comenzaban a organizar diversas partidas de juego; en lo alto de una roca, montado a caballo sobre uno de sus salientes, hallábase Tapón muy afanado, en mangas de camisa, armando con una caña abandonada y un largo bramante un aparato de pesca.

Los tentáculos pegaron sus irresistibles ventosas al cuerpo de la víctima y al bramante, tirando de este último con tal fuerza, que se rompió, cayendo en el fondo el pulpo con su presa. Freya hizo un movimiento como si fuese á aplaudir. «¡Bravo!...» Estaba intensamente pálida. Un calor de fiebre pasó á través de las ropas desde un costado de su cuerpo al costado de Farragut que le servía de apoyo.

Muchos de estos edificios compiten por la gracia, la originalidad y el esquisito gusto y conclusion de sus decoraciones, con los mas afamados que en sus respectivas naciones construyeron Serlio, Alberti, Bramante, el Rosso, el Primaticio, Filiberto Delorme, Pedro Lescot y Juan Bullant.

¡Tira! contestó Simón. El arquero tendió su arco y la flecha cayó dentro del parapeto. Atado á su extremo tenía un largo bramante del que Simón se apoderó con avidez. ¡Salvados! dijo, y luégo inclinándose hacia sus camaradas, gritó: ¡Atad ahora la cuerda, larga y fuerte! Á los pocos momentos tenía en sus manos la gruesa cuerda salvadora.

En la Venta de la Mora se hizo alto: la cuerda se recogió a un lado del camino, en un repecho: los soldados desataron los cabos de bramante, y luego, apartándose y formando extenso círculo en torno de los presos, colocaron centinelas.

Sobre la balda y debajo de ella había como una docena de legajos, arranciados los más de ellos y atados con bramante deshilado y medio destorcido.

Padilla se desternillaba de risa, y Maxi observaba con atención simpática. «Pero es preciso que me ayudéis. , Padilla, que le conoces, sales, te haces el encontradizo, le hablas de literatura dramática, le entretienes un rato volviéndole la cara para allá; y entretanto, yo, con muchísimo disimulo, me escurro pegado a la pared, en el momento en que baja el bramante con el dulce.