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No era Juana muy reflexiva ni previsora, y no pensó en las dificultades; sólo pensó en el triunfo que ella y su hija, en su sentir, habían alcanzado. Acudió, pues, a la sala baja, donde Juanita estaba cosiendo, y con el mayor alborozo le dio parte de lo que ocurría. Como comentario, la madre no sabía sino exclamar: ¡Qué victoria! Todas esas perras, cochinas, van a reventar cuando lo sepan.

Tiene más de 90 brazas, y su construcción, que participa de puente y de balsa, se remienda muy á menudo, y digo se remienda, porque por allí no se emplea en las obras ni un solo clavo, cosiendo y uniendo el bejuco, las cañas, las palmas bravas y el cogon, únicos agentes de aquellas perecederas obras.

La mayor parta de los días se reducían a pasar después de comer por delante de la casa del rico comerciante, para ir al casino. Cecilia solía estar cosiendo detrás de los cristales. Mano al sombrero; sonrisa; adelante; luego el billar, y hasta otro día. Don Melchor le encargó otras dos veces recados para don Rosendo, pero tuvo la buena suerte de hallarle siempre en el despacho.

Es verdad: repuso aquella mujer, cuyo semblante se había cubierto con la expresión de la mayor reserva; pero es el caso, que cosiendo se gana muy poco, y que hay que pasar por un aprendizaje, durante el cual nada se gana. ¿Cuánto suele durar ese aprendizaje? Acaso un año. No hablemos más: venga usted conmigo. Pagué: salimos del café y llevé a aquella mujer a mi casa.

Ocupábanse la madre y las hijas en arreglar los últimos pormenores del vestido, ésta cosiendo el postrer botón, aquélla poniendo un alfiler a la cinta del sombrero, la otra calzando la espuela al mozo, cuando D.ª María dijo con la viveza propia del que recuerda de improviso la cosa mas importante: Falta lo principal: falta la espada.

Doña Laura dio varias cabezadas, y entre dormida y despierta, exclamó con ira: «Siempre mirándote al espejo». «Mujer dijo, riendo D. José sin dejar su obra . Si no me miro al espejo, si estoy cosiendo...». Las niñas sonreían. Algo azarada D.ª Laura despertaba del todo, y decía: «No, no estaba dormida. Yo lo que me digo».

Doña Lupe la invitó, dos días después de la tarde del choque con Jacinta, a volver a visitar a Mauricia. ¡Qué diría doña Guillermina si no volvían! Era el día de San Isidro y no había ventas en el Monte de Piedad. A eso de las diez regresó muy afectada, y entrando en el gabinete donde su sobrina estaba cosiendo, le dijo: «Hija, rézale un Padre nuestro a la pobre Mauricia».

Y dejando el libro, tomó el rosario y rezó. Clara bajó la cabeza y siguió cosiendo. Era tal su congoja, que no daba un punto á derechas; picóse los dedos muchas veces, y la costura salió tan mal que pronto fué preciso desbaratarla y coserla de nuevo. Dejémoslas y acudamos á las visitas.

Súpolo éste, que faltar no podía oficioso que con el chisme fuese, y diz que su excelencia amainó tan luego como tuvo aviso de que el arzobispo había tenido reunión de teólogos y que, como resultado de ello, traía el ceño fruncido y se estaban cosiendo en secreto bayetas negras. El cleriguillo, abandonado por su padrino el virrey, marchó a España bajo partida de registro.

Traía muy estudiado el discurso, si puede llamarse discurso lo que iba a decir; y a fin de que no se le borrara de la memoria o se le enmarañara en el caletre, deseaba descargarse de él como quien suelta un peso y decirlo sin preámbulos. La ocasión se presentó propicia a su deseo. Juana estaba en la cocina, y Antoñuelo halló sola a Juanita cosiendo en la sala.