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Los múltiples brazos armados de ventosas funcionaban como aparatos de presión. Les servían para asir y mantener su presa, para rampar y correr. El ojo vidrioso de uno de los monstruos asomando y desapareciendo entre los blandos repliegues evocaba los recuerdos de Freya. Habló á media voz, para ella misma, sin preocuparse de Ferragut, que estaba desorientado por la incoherencia de sus palabras.

Era una lucha de tigre contra rata... Cuando el cangrejo tenía ya medio cuerpo oculto entre los verdes líquenes de un agujero, cayó sobre su posterior una de las pesadas serpientes, arrancándolo con el tirón irresistible de sus ventosas, haciéndole desaparecer entre la madeja de tentáculos. ¡Ah! suspiró Freya, echándose atrás como si fuese á desmayarse sobre el pecho de Ulises.

Estos bosques surgían como manchas de vida allí donde el encuentro de las corrientes superficiales hacía llover un maná de diminutos cadáveres. Las plantas retorcidas y calcáreas, duras como la piedra, no eran plantas: eran animales. Sus hojas, tentáculos inertes y traidores, se encogían de pronto. Sus flores, bocas ávidas, se inclinaban sobre la presa, sorbiéndola por sus ventosas glotonas.

No sólo pelea por su alimento, sino porque tiene necesidad de destruir: una vez saciado, y harto hasta reventar, todavía destruye. Aunque carece de armadura defensiva, no por eso es menos inquieto bajo su resoplido amenazador; su seguridad consiste en atacar. Todo ser se convierte para él en enemigo, lanzándole al acaso sus largos brazos, mejor dicho, sus látigos armados de ventosas.

Niños rubios, sostenidos por criadas cobrizas, adherían a los cristales las rosadas ventosas de sus labios, empañándolos con círculos de vaho, y agitaban las manecitas para saludar a las madres y hermanas que estaban en los salones. Algo nuevo había sobrevenido, sin embargo, mientras Ojeda escribía.

32 El será cortado antes de su tiempo, y sus renuevos no reverdecerán. 33 El perderá su agraz como la vid, y derramará su flor como la oliva. 34 Porque la congregación de los hipócritas será asolada, y fuego consumirá las tiendas de soborno. 35 Concibieron dolor, y dieron a luz iniquidad; y las entrañas de ellos meditan engaño. 1 Y respondió Job, y dijo: 3 ¿Tendrán fin las palabras ventosas?

Veíamos salir y entrar las barcas; veíamos a los chicos que se chapuzaban, desnudos, en la punta de Cay luce, y a los pescadores de caña haciendo ejercicio de paciencia. Los pescadores nos conocían. ¡Qué sorpresa cuando aparecía, al final de un aparejo, un pulpo con sus ojos miopes, redondos y estúpidos, su pico de lechuza y sus horribles brazos llenos de ventosas!

Piense en su mujer y en su hijo; siga su vida. No soy la conquista que se guarda unas semanas nada más. A nadie me toca impunemente. Tengo ventosas, como los animales que vimos el otro día; quemo como las sombrillas transparentes del Acuario... ¡Huya, Ferragut!... Déjeme sola... ¡sola!

Y en esta batalla invisible que se desarrollaba abajo, a varios kilómetros de distancia vertical, en la penumbra de unas aguas obscuras, entenebrecidas aún más por las nubes de tinta que exuda el pulpo, unas veces queda el tiburón prisionero de la red viscosa y ávida; otras sube vencedor, con el coriáceo pellejo hinchado por la succión de las ventosas, y a la luz de las estrellas, dejándose flotar en las ondulaciones de la superficie, devoraba los restos de la presa arrancada del abismo.

Unas veces el escualo se quedaba abajo para siempre, enredado en una madeja de culebras blandas que le absorbían con glotona lentitud; otras llegaba á la superficie con la piel erizada de negros tumores huellas de unas ventosas grandes como platos , pero llevando el estómago bien repleto de carne gelatinosa.