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Vestía calzón corto y media de lana con ligas de color, chaleco con botones plateados, colgada del hombro la chaqueta de paño verde, sobre la cabeza la montera picona de pana negra y en la mano un largo palo de avellano. Si no por el valor indomable, resplandecía en las peleas por su consejo, cuerdo siempre y atinado, por la astucia y el artificio de sus trazas.

La chaquetilla y el chaleco eran de terciopelo color de vino, con alamares y arambeles negros; la faja de encarnada seda; el calzón ajustado, de obscuro punto, modelaba las musculosas y esbeltas piernas del torero, unido a las rodillas con ligas de negra escarapela.

Llegaron después la señorita Fontane, encantadora solterona por convicción; la señorita Melanval, presidenta de no cuántas asociaciones y ligas, y cuya única ocupación consiste en apuntar en una cartera los nombres de las nuevas adherentes a sus queridas obras; la señora Roubinet, de buena conversación, muy farsante y demasiado ocupada en procurar su efecto personal para pensar mucho en los demás, con lo que va ganando una sólida reputación de benevolencia que nadie piensa en discutir.

Volvedle las ligas; si no, yo os desafío a mortal batalla, sin tener temor que malandrines encantadores me vuelvan ni muden el rostro, como han hecho en el de Tosilos mi lacayo, el que entró con vos en batalla.

Un mercader chino, de esos que han nacido para el mostrador y que está tan incrustado á él como la sonrisa á su cara, me puso al tanto de cuanto ocurría. Por su conducto se habían hecho muchos pedidos á Manila de cintas, lazos, plumas, abalorios y lentejuelas, y hasta me dijo que uno de los vestidores había encargado medias de seda, ligas azules, y botitas imperiales de raso grana.

Don Pedro con esto se halló sin amigos, solo acompañado de su valor, fortuna, y razon de satisfacer el ultraje y afrenta de su casa. Al tiempo que le juzgaron todos por perdido, venció á sus enemigos varias veces, reforzados de nuevas ligas y socorros, todo los deshizo y humilló en mar, en tierra.

Mi primo no es lo que parece; no es una mosquita muerta, sino un pillo muy largo, que si le dan el pie se toma la mano.... ¡Anda! pues si no anduviese yo con ojo, no adonde hubiera parado con la marcha que llevaba.... ¿Sabes que estaba empeñado en que le regalase mis ligas? ¡Jesús! exclamó la niña de Calderón riendo.

Las mujeres son muy aseadas, y gustan mucho de los afeites: queriendo sacar á la naturaleza, á este respecto, de sus límites ordinarios, desde su juventud empiezan á ponerse brazaletes y ligas de tejidos de algodon, para modificar por este proceder sus brazos y piernas, y aparecer mejor formadas de lo que son.

Le parecía una debilidad indigna de un marido «de mundo» regalarle ligas a su señora. Pidió consejo a Mesía respecto de su conducta futura con Petra. ¿Debo despedirla? ¿Tiene usted celos? No señor; yo no soy el perro del hortelano... aunque he de confesar que algo me disgustó en el primer momento el descubrir aquella prueba de su liviandad. Pero ¿está usted seguro de que la liga es de Petra?

Petra ha estado aquí. Esto es lo que me preocupa.... ¿A qué ha venido Petra aquí... a perder las ligas? Por esto estoy preocupado, y he creído oportuno dar a usted estas explicaciones.... Al fin es de mi casa, está a mi servicio y me importa su honra.... Y estoy seguro, esta liga es de Petra. Don Fermín estaba rojo de vergüenza, lo sentía él.