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Más de una vez sintió las cosquillas de aquella rabietina infantil que le entraba de sopetón, y daba patadillas en el suelo y tenía que refrenarse mucho para no irse hacia él y tirarle del pelo diciéndole: pillo... farsante, con todo lo demás que en su gresca matrimonial se acostumbra.

Que si cielo, que si infierno, que si Dios, que si diablo, que si... tres mil rábanos. ¡Y la muerte, esa muy pindonga de la muerte, que no se acuerda de tanto pillo, de tanto farsante, de tanto imbécil, y se le antoja mi niño, por ser lo mejor que hay en el mundo!... Todo está mal, y el mundo es un asco, una grandísima porqueríaRufina se fue y entró Bailón, trayéndose una cara muy compungida.

El día aquel de la sarracina en la Bolsa, que llegó don Bernardino derechito a meterse en cama, misia Gregoria, por las dudas, le echó una buena rociada: ¿con que venía así, tan descompuesto y pálido, a causa de la liquidación? ¡ah, farsante! alguna agarrada con la rubia esa.

Esta misma situación es de La entretenida, pero muy superior por su arte, y presentada con una delicadeza verdaderamente maravillosa. Al fin viene el hermano legítimo, á quien consideran al principio como un farsante, costándole no poco trabajo desvanecer esta prevención; pero cuando lo consigue al cabo, condesciende el padre voluntariamente en ser suegro de Don Fernando.

Tienes que escoger: ó Herminia es una farsante que tiene por cómplice al ejército francés representado por el hijo de Bobart, ó Clementina es una bribona que ha aprovechado una casualidad, si es que ella misma no la ha provocado, para ponerte ante los ojos una correspondencia que debía impulsarte á algún acto violento. Por mi parte, mi elección está hecha; acuso á Clementina.

¡Oh, calla, tahonero, te lo suplico! volvió a exclamar el pobre amolador con voz desgarradora. En ese instante se paró la diligencia. Estábamos en la masía de los Anglores. Allí se apearon los dos boquereuses, y juro a ustedes que no hice nada por retenerlos. ¡Tahonero farsante! Estaba ya dentro del patio del cortijo, y todavía se oían sus carcajadas.

Llegaron después la señorita Fontane, encantadora solterona por convicción; la señorita Melanval, presidenta de no cuántas asociaciones y ligas, y cuya única ocupación consiste en apuntar en una cartera los nombres de las nuevas adherentes a sus queridas obras; la señora Roubinet, de buena conversación, muy farsante y demasiado ocupada en procurar su efecto personal para pensar mucho en los demás, con lo que va ganando una sólida reputación de benevolencia que nadie piensa en discutir.

El capitán, desplegando la mayor diligencia, se presenta en la casa de Don Gómez como su yerno, y es recibido con los brazos abiertos por el padre y por la hija, mientras que el desventurado Don Pedro, que llega después y trabaja en restablecer la verdad de los hechos, es considerado como un farsante, y además de esto, como si fuera Don Gabriel, es llevado á la cárcel por las gestiones de un hermano de la engañada valenciana.

Sepa vuesa merced que, como son gentes alegres y de placer, todos los favorecen, todos los amparan, ayudan y estiman, y más siendo de aquellos de las compañías reales y de título, que todos, o los más, en sus trajes y compostura parecen unos príncipes. -Pues con todo -respondió don Quijote-, no se me ha de ir el demonio farsante alabando, aunque le favorezca todo el género humano.

Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres... ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser... y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!... ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana.