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Las solteras encierran bastantes mujeres de bien para tener el derecho de enorgullecerse con las mujeres de talento que figuran en sus filas. Con más motivo añadió la abuela, porque no pueden ustedes citar personas vivas. Nada asegura que no se casarán... dijo la Fontane, se han visto casos en estos últimos tiempos. Hablen ustedes de las mujeres de bien dijo la Melanval; será más edificante...

Esa es el colmo de la satisfacción respondió Francisca, absorta hasta entonces en algún pensamiento íntimo, y que pareció que se despertaba de repente. ¡Cómo! tener la presidencia de tantas cosas y poseer el honor de apuntar en su libro de memorias los nombres de tantas personas... es un goce que renace sin cesar... Se está a la cabeza de una sociedad con tan poderoso juego en las manos... Se acabó en Aiglemont el privilegio de la aristocracia añadió echando a Petra una mirada maliciosa; ahora es el reinado de la virtud... Por otra parte, sólo al ver el modo que tiene la Melanval de mover las plumas del sombrero, de colocar la cabeza y de hacer reverencias, se comprende su inefable dicha, al lado de la cual no es nada la felicidad paradisíaca...

En este momento entraron otros visitantes en el salón, con tal estrépito, que la conversación se suspendió. Grande fue la sorpresa general al ver que eran el padre Tomás y la Melanval que se anonadaban mutuamente de testimonios de finura y se negaban a pasar el uno delante del otro.

El divorcio y la inseguridad en el matrimonio prosiguió la Fontane, provocan igualmente la vocación del celibato en algunas muchachas... Lo que pasa en el mundo es verdaderamente espantoso... ¡Qué negro abismo! exclamó la Melanval. «Corromper y ser corrompido, ha dicho Tácito, es lo que se llama el siglo» dijo la Roubinet orgullosa de su frase.

Ciertamente. ¡Cuántas almas temen los rozamientos de la vida!... hizo observar la Melanval bajando púdicamente los párpados, el matrimonio no es un modo de existencia propio de las naturalezas finas y delicadas... ¡Oh! protestaron la abuela, Francisca y Petra. Yo misma continuó la presidenta, me he estremecido siempre de horror al pensar que un caballero hubiera podido besarme...

No citaré a usted más que dos de las más ilustres: la gran artista holandesa María Van-Osterroyek, que vivió en el siglo XVII, y nuestra gran francesa Rosa Bonheur... ¡Qué nombres y qué artistas!... Cuánto celebro ver que las solteronas están tan favorecidas... ¿Por qué no habían de serlo? preguntó la Melanval.

¿Y la Melanval, la encuentran ustedes bien armonizada? preguntó Paulina, que habla poco y escucha mucho.

Entonces exclamó Francisca, no tenía usted más que besarlo la primera, y así... ¡Francisca! dijeron todas a coro. Schoking... Francisca razona como una niña caprichosa respondió la Melanval. Habrá que cuidar esa imaginación añadió un poco descontenta. Si no pone usted remedio se va a destruir cerebro, corazón y alma. Mala pendiente, hija mía; muy mala pendiente...

Por fortuna observó la Melanval, tenemos obras para evitar todos esos peligros... Así, la obra de la reforma social... No es suficiente terminó Francisca con un resplandor malicioso en los ojos.

La Roubinet, como de costumbre, ha dicho lindas frases sobre el primero de enero, y cuando deseó amablemente un marido a las solteras presentes, la virtuosa Melanval no dejó de exclamar: Con el permiso de Dios, por supuesto... A lo que Francisca, nerviosa, por su comienzo de escaramuza con la Bonnetable, respondió por lo bajo: O del diablo, me importa poco...