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No basta eso prosiguió la niña riendo . Antes me besabas en la cara siempre que me encontrabas o te despedías... ¿Por qué has dejado de hacerlo? ¿Me tienes miedo?... Yo no soy una mujer..., soy una niña todavía... Hasta que me ponga de largo tienes derecho a besarme... Después ya será otra cosa... Anda, dame un beso en la frente... El joven se inclinó y le dio un beso en la frente.

Ciertamente. ¡Cuántas almas temen los rozamientos de la vida!... hizo observar la Melanval bajando púdicamente los párpados, el matrimonio no es un modo de existencia propio de las naturalezas finas y delicadas... ¡Oh! protestaron la abuela, Francisca y Petra. Yo misma continuó la presidenta, me he estremecido siempre de horror al pensar que un caballero hubiera podido besarme...

no querías hacerme ningún daño..., no querías más que besarme las manos, ¿verdad? Nada más, hermosa. Pues yo tengo mucho gusto en que las beses, Ricardo... Tómalas... La niña extendió hacia arriba sus lindas manos, que se agitaron en el aire alegres y cándidas como dos palomitas recién salidas del nido. Ricardo las besó con efusión repetidas veces.

El nombre del soberano lo acompañé de una reverencia tan exagerada que casi hube de besarme las rodillas. Pues se dice por ahí indicó Teneyro que van a procesar al obispo de Orense. No se atreverán a ello repuso Valiente, sacando su caja de tabaco y ofreciendo del oloroso polvo a los circunstantes.

Una idea fija le dominaba, y era el recuerdo de la muerte de Zeli, al cual era bien adicto. Vas a bajar a la cala y decir a mi mujer que puede venir a besarme: ¿oyes? dijo Kernok. , capitán respondió Grano de Sal; y una gruesa lágrima cayó sobre el reloj. En el acto desapareció por la escotilla.

que hacía mal, pues no debo odiar ni despreciar a nadie... Pero sufría mucho para ser buena. Luciana volvió a darme las gracias y a besarme, pero sus caricias me eran odiosas. ¡Oh! señor cura, regáñeme usted, si quiere; muéstreme mi deber; pero, sobre todo, consuéleme. Usted, que sabe el bien y el mal de mi vida y de mi alma, deme valor y un poco de su piedad. Máximo a su hermano.

Ved estas manos justicieras, vedlas y besadlas.... Y vendrán todos... toditos a besarme las manos. Y será un besamanos, porque hay tantos, tantísimos...». Al llegar a este grado de su lastimoso acceso, el infeliz Ido ya no tenía atadero.

Mucho he sufrido, pero todo lo doy por bien empleado, porque al verte seguirme, y perseguirme, y rogarme, y temblar en mis brazos, y besarme, como temblaste y me besaste la tarde del teatro... vamos, he llegado a creer que me amas de veras. ¿Me perdonas? Estaba hermosísima.

Con esto la di dos palmaditas en la espalda; logré que las angustias desesperadas de antes se trocaran en copioso y sosegado llanto; incorporóse al fin con cierto brío; intentó, y no se lo consentí, besarme las manos; y después de prometerme que emplearía todos los alientos que la quedaban de los suyos y los que yo la había prestado, en obedecer mis mandatos, se dirigió a la puerta.

Cuando llegué al lado de Marta, que estaba sentada en un rincón, con los ojos fijos en las velas que comenzaban a apagarse, sentí que un doloroso estremecimiento me atravesó el pecho, como si le hubiera hecho un agravio que debiera reparar; pero ignoraba cuál podía ser ese agravio. Ella me dijo al besarme en la frente; ¡Que Dios te conserve tu valiente corazón, Olguita!