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Aun le veo, tendiéndome la mano y diciéndome: «¡Toma!... esto es para Grano de Sal... Adiós... viejo... no te olvides». ¡Voto a tal! dijo el viejo emocionado , esto me da más pena ahora, cada vez que me acuerdo, que en el momento en que ocurrió. ¡Pobre Zeli! Y la cabeza del señor Durand cayó entre sus manos callosas y arrugadas.

En vano Melia le hacía signos de que se callase, mostrándole a Kernok dormido; Zeli, que no se atenía más que a la orden que había recibido, repitió con una voz más fuerte: ¡Capitán, todo está dispuesto! ¡Eh!... ¿qué hay?... ¿qué es eso?... dijo Kernok desprendiéndose de los brazos de la joven. Capitán, todo está dispuesto repitió Zeli por tercera vez, con una entonación aún más elevada.

Al menos dijo , toma este talismán; póntelo y protegerá tu vida durante el combate; su efecto es cierto; fue mi abuela quien me lo dio. Ese mágico talismán es más fuerte que el destino... Créeme, póntelo. Y ella tendía a Kernok un saquito suspendido de un cordón negro. ¡Atrás esa loca! dijo Kernok encogiéndose de hombros ; ¿me has oído, Zeli? ¡a la cala!

Aunque hubiese desahogado un poco su cólera en Grano de Sal, el maestro Zeli continuaba midiendo a zancadas el puente, levantando de cuando en cuando el puño y los ojos al cielo, y murmuraba palabras que era imposible tomar por una piadosa invocación.

Por esta razón Zeli no tuvo el valor de reprochar a su capitán una ausencia tan prolongada y se acercó a él con un aire de interés respetuoso. Kernok abarcó el brick con una mirada rápida y vio que todo estaba en orden. Contramaestre dijo con una voz imperiosa y dura , ¿a qué hora es la marcha? A las dos y cuarto, capitán. Si la brisa no cesa, aparejaremos a las dos y media.

Se oía ya el ruido de los remos que batían el agua cadenciosamente. Cinco Credo. ¡Válgame Dios! es que la voz, la gruesa y terrible voz de Kernok resonaba en los oídos de los españoles. ¡Oh! ¡oh! decía el pirata , se pone al pairo, arría su pabellón, el bribón está atemorizado; ya es nuestro. Zeli, haz armar la chalupa y la canoa grande; yo voy a hacerme cargo de cómo está aquello.

No se oía más que el ruido agudo del silbato de Zeli, que, inclinado sobre la borda hacía amarrar el áncora, indicando la maniobra por modulaciones diferentes. ¿Hay que desaferrar el áncora de estribor? preguntó al segundo, que transmitió esta pregunta a Kernok. Espera dijo éste , y haz subir a todo el mundo al puente.

¡Ah! ¡qué suerte! repuso Kernok viendo el pabellón inglés que se desarrollaba en lo alto de uno de los palos del San Pablo , ¡qué suerte! se da a conocer... ¡y dice de qué país es! pero no me equivoco... un inglés; es un inglés, y el perro se atreve a señalarlo ¡y no tiene un cañón a bordo! ¡Zeli, Zeli! gritó con voz de trueno , haz largar todas las velas del brick y preparar los remos; dentro de media hora estaremos cerca de él.

¡Voto a tal! sufro mucho decía el maestro Zeli. Estaba tendido en tierra en el fondo del sollado, iluminado apenas por un farol cuidadosamente cerrado; el muslo derecho estaba casi separado del tronco; en cuanto al izquierdo, una bala se lo había llevado.

Todo está dispuesto dijo Zeli ; cuando el segundo cohete parta, capitán, es que la mecha... Está bien dijo Kernok interrumpiéndole . Muchachos, os he prometido una sorpresa si os portabais bien. Vuestro juicio y vuestra moderación han excedido a lo que yo esperaba; voy, pues, a recompensaros.