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Ten piedad de . ¡Si supieras cómo le amo! ¡Sufro tanto! ¿Qué le ha sucedido? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no viene? Un terror loco se apodera de . He estado temblando todo el día. Tengo terribles presentimientos. Apiádate de , padre; procura tranquilizarme. ¿Te acuerdas de mi madre? ¡Qué hermosa era! ¡Cómo la amabas! EL CONDE. Calmaos, condesa; el deseo de nuestro emperador se cumplirá.

Ahora, cuando voy a casa de mis amigas y veo de cerca lo que es la vida ordinaria para la generalidad de las jóvenes de mi sociedad, cuanto más sufro por los sitios que hay vacíos a mi lado, más vivo y más profundo es mi agradecimiento por mi querida abuela, cuya abnegación me ha rehecho un hogar y reconstituido una familia. Por eso amo a todo lo que ama la abuela...

6 El labrador, para recibir los frutos, es necesario que trabaje primero. 7 Entiende lo que digo; que el Señor te dará entendimiento en todo. 9 en el que sufro trabajo, hasta las prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa. 10 Por tanto, todo lo sufro por amor de los escogidos, para que ellos también consigan la salud que es en el Cristo Jesús con gloria eterna.

Pobre hijo mío... ¡Qué disgusto tendrás por no haber podido estar a mi lado en este trance supremo!... Dirás a todos que no sufro... Que ya estoy en un lugar delicioso, desde el cual veo el cielo desde donde bendicen a mis hijos...» Después, sus labios sonreían dulcemente, balbuceaba algunas palabras y nuevamente quedaba rendida por la fatiga.

¡Por el rayo, Blasillo! ¿olvidas, hijo mío, nuestras largas y rudas travesías, nuestros sobresaltos, nuestros peligros, seguidos siempre de nuevas fatigas?... mientras que mañana, Blasillo, descanso, y descanso de verdad, y para siempre. No me compadezcas, pues; si sufro, es por ti.

Se han hecho los esponsales de Francisca... La de Dumais vino ayer a participar el matrimonio a la abuela, pero ésta, muy delicada, no pudo recibirla... ¡Cuánto sufro, Dios mío!... ¿Le amaba, pues, hasta ese punto? 25 de marzo. Parece que hay que salvar la situación y tener el valor de no cambiar mis costumbres para escapar de las hablillas del pueblo.

Pues bien, tus medios te lo permitirán ahora dejé escapar... ¡Ah! Magdalena, eres cruel... Es que sufro... ¿Pero qué te importa eso a ti? exclamé bruscamente.

No quiero que se enteren mis familiares, pues serían capaces de reírse; no quiero que sepa nada mi pobre Visitación... ¡Y yo no disimular!, ¡no puedo fingir alegría cuando estoy irritado...! ¡Qué infierno el que sufro! ¡No poder decir que he sido hombre, que he sido débil, como hecho de carne que soy, y que llevo conmigo los frutos de mi falta, sin querer separarme de ellos aunque la calumnia me persiga!

Eso no podía ser; él no se resignaba á perderla de vista para siempre. ¡Los hombres! continuó ella, cada vez más irritada . Todos se imaginan que las cosas deben ser con arreglo á sus caprichos. «Porque te deseo, debes ser mía...» ¿Y si yo no quiero?... ¿Y si yo no sufro la necesidad de ser amada?... ¿No puedo vivir en libertad, sin otro amor que el que yo siento por misma?...

Clementina pensaba: "¡Yo sufro el yugo; no hay que decirlo: estoy vencida y él triunfa!" Roussel decía para sus adentros: "Hemos obtenido una victoria como la de Pirro: ¡otra como esta y estamos perdidos! ¿Quién se encargará de atar corto á esta loca cuando haya vuelto á sus veleidades belicosas?