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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Esta era la sorpresa que Kernok preparaba a su gente; había enviado al maestro Zeli a bordo del navío español, para retirar la poca pólvora que pudiese quedar, disponer las materias combustibles en la cala y en el sollado y agarrotar lo más sólidamente posible a los desgraciados españoles, que no sospechaban nada.
Y Kernok dirigió una mirada a Melia, que bajaba, sonriendo, su linda cabeza, como para confirmar la aserción de Zeli. Entonces se pasó rápidamente la mano por la frente, y dijo: Sí, sí, está bien, desamarrad y hacedlo preparar todo, para aparejar; subo en seguida. ¿La brisa no ha calmado? No, capitán; al contrario, es más fuerte aún. Ve y despacha.
El tono de Kernok ya no era duro e impetuoso, sino solamente brusco; de modo que Zeli, viendo que la calma había sucedido a la agitación de su capitán, no pudo por menos que pronunciar un pero... ¿Vas a comenzar con tus peros y tus síes? Ten cuidado... ¡o te arrojo la bocina a la cabeza! exclamó Kernok con voz de trueno y avanzando hacia Zeli.
De pronto se elevó una ligera humareda, brilló un relámpago, resonó un ruido sordo y una bala silbando pasó cerca del bauprés de El Gavilán. La corbeta empieza a hablar dijo Kernok , es nuestro pabellón el que quiere ver, ¡la curiosa! ¿Cuál hay que izar? preguntó Zeli. Este contestó Kernok , porque hay que ser galante.
Señor Zeli le dijo , el desayuno le espera. ¡Ah! ¿eres tú, Grano de Sal? ¿qué haces ahí, miserable, estúpido, animal, rata de bodega? ¿Quieres que te haga curtir la piel, o que te ponga el espinazo rojo como un rosbif crudo? ¿Contestarás, grumete de desgracia?
Desafinan endiabladamente respondió Zeli. Bien pronto el humo, de negro que era, se convirtió en rojo vivo y por fin cedió el sitio a una columna de llamas, que, elevándose en torbellinos de la escotilla principal, proyectó sobre las aguas un largo reflejo de color de sangre. ¡¡Hurra!! gritaron los del brick.
Y después de un momento de silencio, Grano de Sal añadió con un aire muy satisfecho: Prefiero eso que no haber caído de cabeza. Luego, consolado por esta reflexión filosófica, fue fielmente a cuidar del desayuno del maestro Zeli. ¡Hola! ¿de dónde viene usted, bello señor, con la cabeza desnuda... el cinturón colgando?... ¡Qué palidez!... amigo... ¡qué palidez! Words-Vok.
Oye, Zeli, no se trata de hacer tonterías; haz colocar los remos y ponerlo todo en orden lo más pronto posible; viremos en redondo y despejemos el campo; El Gavilán no tiene el pico ni los espolones bastante duros para recrearse con semejante presa.
Parecía que la tortura debía ser intolerable, porque un estado de desmadejamiento general reemplazó a la irritación convulsiva que hasta entonces había sostenido a Lescoët. Se encuentra mal dijo Zeli con el gratel levantado.
Al instante estoy para ti; otro martillazo nada más, y la avería que tenemos en la línea de flotación habrá desaparecido del todo... Bueno, ya te ha llegado el turno; ¿es que no somos cuñados? Sí, un poco respondió Zeli. El señor Durand descolgó el farol y lo aproximó al maestro Zeli que esbozó una entre mueca y sonrisa, muy orgulloso de la sorpresa que iba a dar a Durand.
Palabra del Dia
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