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Maltrana pensó que alguna vez la hoguera, falta de nuevos combustibles, se extinguiría poco a poco; y cuando sólo quedasen rojos tizones y las tinieblas voraces invadiesen el círculo de luz, vendría la gran pelea, la lucha en la sombra, el empujón arrollador de la muchedumbre, el asalto de los engendros de la obscuridad, para apoderarse de todas las riquezas de los felices: de los bagajes que contienen el bienestar, monopolizado por ellos; de las armas, que son su mejor derecho.

El que parecia mas indicado era la bahia de San Julian, y fué precisamente el que se reconoció menos propio para fomentarla: tierra estéril, pobre de caza, de combustibles, y hasta de agua potable. Los mismos indios se retraian de habitarla y solo la visitaban para hacer sus provisiones de sal, que es lo único de que abunda.

Incalculables son las riquezas con que la fábrica ha enriquecido á la humanidad, y estas aumentan cada año, gracias á la fuerza que se sabe sacar de los combustibles, y gracias también al empleo más sabio y general que se da á las aguas corrientes que ruedan por el inclinado cauce del arroyo.

Los eunucos hacinaron telas, papeles, muebles, cuantos objetos consideraron más combustibles, alzándolos en montón contra la pared de la espléndida sala, cubierta de sedas del Catay y de chales y tapices de Cachemira, y cuya artesonada techumbre era de nácar, concha, sándalo, cedro y otras preciosas maderas que en delicados embutidos y en linda taracea se combinaban.

La construcción aérea, acribillada de flechas encendidas, ardía por varios sitios. El techo, que era de bambúes cubiertos de paja, se había incendiado también por los dos extremos y el fuego había prendido hasta en la barandilla del corredor. Las llamas, alimentadas por tantas materias combustibles, adquirían enorme desarrollo e iluminaban todo el campo circunvecino con sus rojizos resplandores.

Arrancó después algunas hojas de un breviario, retorciéndolas tranquilamente entre las manos, y sin vacilar un punto, impasible, sereno, las encendió en la lámpara, prendiendo con ellas los combustibles hacinados.

Esta era la sorpresa que Kernok preparaba a su gente; había enviado al maestro Zeli a bordo del navío español, para retirar la poca pólvora que pudiese quedar, disponer las materias combustibles en la cala y en el sollado y agarrotar lo más sólidamente posible a los desgraciados españoles, que no sospechaban nada.