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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Salió hecha una lástima la preciosa criatura; pero su padre lo vio de muy distinto modo y mandó el retrato a Lucrecia, que, como había llevado a mal los peros que su hermano se atrevió a poner al pintoresco vestido de Nacho, se despachó a su gusto en la lista de reparos al atalaje de su sobrina.
Dispone Uno que a tal o cual hombre se le meta en la cabeza la idea de regenerarlas, y luego vienen ellas poniendo peros. Ya salen con que ha de ser bonito, ya con que ha de ser Fulano y si no, no. Hijas de mi alma, Yo no puedo alterar mis obras ni hacer mangas y capirotes de mis propias leyes. ¡Para hombres bonitos está el tiempo!
El populacho religioso admiraba sin peros ni distingos la humildad de aquella señora. «Aquello era imitar a Cristo de verdad. ¡Emparejarse, como un cualquiera, con el señor Vinagre el nazareno; y recorrer descalza todo el pueblo!... ¡Bah! ¡era una santa!». En cuanto a don Víctor, al pasar debajo de su balcón el Magistral y Ana preguntó a Mesía: ¿Están ya ahí?
Lo dudo, Pepe... ¿También a esa la encuentras peros?... La encuentro calabazas, Pepe... Butrón, muy incomodado, dio media vuelta diciendo que más bien serían camuesas, y el señor Pulido, sin perder su paz, repitió muy bajito: Digo calabazas, porque no vendrá, Pepe... ¿Que no vendrá?... Es muy propensa a constipados... Acuérdate de la última junta, Pepe.
Por eso yo no leí El sabor de la tierruca, sino que le sentí, y por eso ahora no le juzgo, sino que traslado al papel la impresión de placidez y de bienestar que me causó, sin ponerle peros, porque, a mi entender, no los tienen ni aquel paisaje ni aquellas gentes. Reciente está el éxito ruidoso de Pedro Sánchez.
por quatro arrobas de vino para los señores a 64 mrs. la arroba 256. por otras quatro arrobas de vino blanco para la otra gente a 25 mrs. 100. por cincuenta libras de peros para los jugadores de las cañas e el domingo en la tarde a 2 mrs. la libra 100. por veinte libras de peros para los señores a dos mrs. la libra e otras cuarenta libras para la otra gente a un maravedí 80.
«Si usted quiere mejorar de vida y edificársenos interiormente para adquirir la fuerza necesaria, aquí me tiene. ¿Pues para qué estamos? Cuando yo considere segura la reforma de usted, quizás no ponga tantos peros al casorio con mi hermano. El pobre está loco por usted; me dijo anoche que si no le dejamos casar se muere.
Pues entonces, que se la lleve a usted el demonio gritó el clérigo con gesto de menosprecio. Le diré a usted... yo me arrepiento; pero... Qué peros ni qué manzanas... manifestó Rubín, manoteando con groseros modales . Reniegue usted de su infame adulterio; reniegue también del hombre malo que la tiene endemoniada. Eso... ¿Eso qué?... ¡Vaya con la muy...! Y me lo dice así, con ese cinismo.
Estos peros habían hecho una devanadera de la cabeza de Juan Montiño. No podía tener duda de que aquel brazalete era una prenda real, que había quedado por un acaso en su mano, al desasir de ella violentamente su brazo la tapada; ¿por qué la tapada llevaba aquel brazalete si no era la reina? y si era la reina, ¿por qué le había dejado voluntariamente otra prenda, la sortija?
Ya sabes que no los paso, como no sean bien frescos. Comerá usted lo que le den, sin refunfuños, que el poner tantos peros a la comida que Dios da, es ofenderle y agraviarle. Bueno, hija, lo que tú quieras. Comeremos lo que haya, y daremos gracias a Dios. Pero come tú también, que me da pena verte tan ajetreada, desviviéndote por los demás, y olvidada de ti misma y del alivio de tu cuerpo.
Palabra del Dia
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