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Apenas teníamos horizontes, y estos de un color plomizo muy pronunciado; el viento completamente huracanado traía su furia del Nordeste; las mares se precipitaban unas á otras en inmensas trombas, las cuales al romper rebasaban la obra muerta, siendo infructuosas las bombas que no se dejaban de la mano; la impetuosidad de los vientos arrancaba montañas de espuma que en menuda lluvia nos azotaba; cerrando tan angustioso cuadro mares encontradas que hacían retemblar á la pobre María Rosario, que unas veces hundía en el abismo la perilla del bauprés, para luego verla levantarse trabajosamente y rozar con la espuma las batallolas de popa.

Las montañas de Mindoro poco á poco fueron ocultándose en los horizontes que dejábamos á la proa, aclarándose los de Marinduque por los círculos que abría en el espacio el bauprés de la María Rosario.

Esta proposición apagó el ardor de Blasillo, que llenó prestamente su copa sonriendo: Viremos, pues, en redondo, comandante. , Blasillo, tal es la suerte que me espera en Egipto, si el bauprés de mi tartana se dirigiese hacia ese suelo encantado. ¿Y por qué, comandante?

El nuevo piloto quería presenciar el embarque de negros. Solíamos llevar las luces roja y verde reglamentarias, y al acercarnos a tierra se ponía un farol grande de luz blanca en el palo de proa. Un centinela se colocaba en el bauprés y avisaba cuando veía brillar un fanal rojo. Al momento, el intérprete, el doctor Cornelius y Zaldumbide iban a tierra con la chalupa.

Constituyen el aparejo propulsor tres árboles, mástiles ó palos verticales, mayor, trinquete y mesana, con velas redondas ó de cruz en los dos primeros, á saber: papahigo ó treo con dos bonetas y gavia en el mayor; trinquete solo en el de su nombre. El de popa tiene mesana latina, y además, en el bauprés, otro palo inclinado sobre la proa, se orienta la cebadera.

Si las vergas de las redondas llevaban guardamancebos ó marchapiés y estribos. Cómo se pasaban las brazas, y si las vergas llevaban brazalotes. Si el bauprés ó botalón llevaba trincas, mostachos y vientos. Respuesta dada por los Sres. Fernández Duro y Monleón.

Quedamos en que a bordo de las dos escampavías habían sido amarradas las barras del timón; las dos embarcaciones navegaban en las mismas aguas, y como nadie, absolutamente nadie, había quedado sobre el puente, la gracia de Dios cuidaba de ellas; y esto, en la práctica, resultaba bastante mal, porque la escampavía Urna de San José, a consecuencia del ángulo que su barra formaba con su quilla, se dejó ir violentamente sobre su compañera la Bendición de Nuestra Señora de los Siete Dolores y la abordó por la popa, y como la parte de detrás de un buque acostumbra ser menos resistente que la anterior, la Bendición de Nuestra Señora de los Siete Dolores recibió el bauprés de la Urna de San José, en la obra muerta, que se abrió y dio libre acceso a una vía de agua que echó a pique a la escampavía y a los sesenta confesados y confesores.

¡Y pensar dijo el marino que el señor gobernador de Cádiz no puede disponer de una buena fragata para poner término a tales horrores y que no tenemos para defendernos más que algunos guardacostas que huyen así que divisan el bauprés de la tartana maldita! Armemos algunos faluchos por cuenta nuestra, compadre, y ¡por Santiago! ya veremos si Satán le protege y si está al abrigo del plomo.

Era ancho, de madera; tenía la proa como un pico; el bauprés, muy levantado sobre el castillo, a la antigua usanza, con su red para que no cayesen los marineros al andar por las cuerdas. Sostenido sobre la flecha del tajamar ostentaba un dragón chino, blanco y dorado.

Tierra, en efecto, teníamos por el bauprés; al principio se divisó confusamente por perderse entre las brumas, luego lo que apareció como una ligera nube tomó contornos, luego se detallaron perfiles, y luego ... todo volvió á confundirse en las sombras de la noche. Estábamos á unas veinte millas de Guajan, la mayor de las islas Marianas.