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Estás loca decía el pirata subiendo al puente con un paso aún pesado y vacilante ; pero si me has despertado por nada... Mire respondió Melia presentándole un anteojo con una mano, mientras que con la otra designaba un punto blanco que se veía en el horizonte. ¡Maldición! gritó Kernok después de haber mirado atentamente, y llevó vivamente el aparato al ojo izquierdo . ¡Mil rayos!

¡Kernok!... ¡déjame velar por tu vida! dijo echándose a sus pies. Zeli, líbrame de esta loca y bájala a la cala dijo el pirata. Y como fuese a apoderarse de Melia, ella se desprendió violentamente, y se aproximó a Kernok, con el color animado y la vista brillante.

El pobre capitán apartó la vista y se puso la mano sobre los ojos. ¡Toma! dijo Kernok dándole con el pie al cadáver ; ésta es la obra de Melia. ¡Pardiez! ¡hermosa labor! ¡Ah!... pero el dinero... el dinero, compadre, eso es lo importante. ¡Es posible! exclamó . ¡Cuatro, cinco... quizá diez millones!

¡Oh! ¡oh! ya nos incomodamos... no hay que hacerse de rogar dijo Kernok . ¡A , Melia! y se precipitó sobre la culebrina que él había bautizado con este nombre, tomó medidas y apuntó : ¡Ahí va eso! e hizo jugar la batería. ¡Bravo! exclamó cuando el humo se hubo disipado y pudo apreciar el efecto del disparo , ¡bravo!

El propio Zeli se llevó a Lescoët, que no daba señales de vida. Ahora dijo Kernok , un buen emplasto de pólvora de cañón y de vinagre sobre esos rasguños, y mañana no tendrá nada. Después, dirigiéndose al timonel: Corre una buena bordada al SO.; si se ve una vela, avísame. Y descendió a su cámara para reunirse con Melia. ...Ese tumulto espantoso, esa fiebre devoradora... es el amor...

Si mueres, que sea por tu voluntad; pero al menos yo compartiré tu suerte. Ahora, nada, nada en el mundo protegerá mi vida; ¡vuelvo a ser mujer como eres hombre! exclamó Melia que arrojó el saquito al mar. ¡Excelente muchacha! dijo Kernok siguiéndola con la vista mientras que dos marineros la bajaban al sollado por medio de una silla atada a una larga cuerda.

Diciendo estas palabras, Melia se había arrojado a las rodillas de Kernok, que al principio la había escuchado con bastante paciencia; pero, cansado de oírla, la rechazó tan rudamente, que la cabeza de Melia fue a dar contra la madera.

Y Kernok dirigió una mirada a Melia, que bajaba, sonriendo, su linda cabeza, como para confirmar la aserción de Zeli. Entonces se pasó rápidamente la mano por la frente, y dijo: , , está bien, desamarrad y hacedlo preparar todo, para aparejar; subo en seguida. ¿La brisa no ha calmado? No, capitán; al contrario, es más fuerte aún. Ve y despacha.

En vano Melia le hacía signos de que se callase, mostrándole a Kernok dormido; Zeli, que no se atenía más que a la orden que había recibido, repitió con una voz más fuerte: ¡Capitán, todo está dispuesto! ¡Eh!... ¿qué hay?... ¿qué es eso?... dijo Kernok desprendiéndose de los brazos de la joven. Capitán, todo está dispuesto repitió Zeli por tercera vez, con una entonación aún más elevada.

Todo dormía a bordo de El Gavilán; únicamente Melia había subido al puente, agitada por una vaga inquietud. Aunque la noche fuese aún sombría, un resplandor pálido que asomaba por el horizonte, anunciaba la proximidad del crepúsculo.