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Aquel «señora nieta» me indicaba que la aurora de mi vigésimasexta primavera iba a conocer la reprimenda de que fueron testigos sus hermanas mayores y que era preciso prestar un oído atento y sumiso a los consejos matrimoniales de la abuela.

Esta, pálida ya también, adivinando vagamente algo terrible, se dejó arrastrar sin saber lo que hacía. ¡Cecilia! gritó Ventura con una voz extraña que jamás le había oído su madre. Pero la niña no hizo caso. Siguió arrastrando a su abuela hacia la alcoba. Antes de llegar a la puerta, se presentó en ella el duque de Tornos.

Hacer del matrimonio el ideal de todas las jóvenes es, pues, un grave error, puesto que es condenarlas de antemano a desengaños ciertos... No veo en qué replicó la abuela. ¡Que no ve usted en qué! dijo el cura sorprendido.

Esta pregunta fue un poema de amor, de confianza y de admiración y dijo todo el cariño de mi abuela querida y su fe ciega en el porvenir de su nieta. ¡Pobre abuela!... 21 de febrero. El señor Baltet me gusta cada vez más. Ha estado delicioso esta tarde. Cada uno de los objetos que le presentaba la abuela, era motivo para una disertación medio seria, medio jocosa.

, señora respondió Francisca, en el último fondo, en el sitio que no se ve ni se oye, es buena y dulce como el azúcar. Niña cruel dijo la abuela encogiéndose de hombros. Lo cierto es siguió diciendo la Melanval, que la mayor parte de nuestras obras tienen como presidentas o como fundadoras mujeres solteras... Sería imposible hacer una lista...

¡Qué revolución en mi vida!... ¡Oh! qué inmenso agradecimiento el mío a mi buena y querida abuela... Y pensar que estaba yo a punto de creer que su abnegación se debilitaba... Qué monstruoso error y qué ingratitud sin ejemplo...

Hasta ahora mi vocación es más bien vaga, lo confieso. ¡Qué lástima que la abuela encuentre tan inconveniente el quedarse soltera! Creo que me estaría como un guante la vocación del celibato. 4 de octubre. La abuela ha tomado en serio su idea del matrimonio.

Esteban encontraba intolerable que este señor, que no era mas que un pariente lejano de su abuela, se mezclase en los asuntos de la casa, pretendiendo dirigirle á él como un padre. Pero aún le irritaba más verlo de buen humor y con pretensiones de gracioso. Le daba rabia que llamase á su madre Penépole y á él joven Telémaco... «¡Tío latero y pesado

Pero, en realidad, señora ¿se cree usted de esta época?... Usted, abuela, ¿comprende todos los pensamientos de su nieta? Verdaderamente no repuso la abuela confusa. Todo lo que oigo ahora es tan contrario a lo que se decía y se pensaba en mi juventud, que no puedo acostumbrarme... Esta Magdalena me trastorna. ¿Yo? balbucí sorprendida.

¡Qué nieta tan rara! exclamó la abuela encogiéndose de hombros. ¿Estás ahora ocupada de las solteronas? . Oye cómo comprendían los hebreos el deber de la mujer. Su única misión, según ellos, era dar los más hijos posibles a la familia y al Estado... De aquí el matrimonio obligatorio... Tenían mucha razón. Los indios, abuela, son también, según , gente razonable.