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La atmósfera del cuarto de la enferma estaba pesada y envolvía mi cabeza como un manto sofocante; los vapores de fenol me quemaban el cerebro; la respiración comenzaba a faltarme. Corrí a la ventana y apoyando mi frente en el marco, aspiré el aire frío de la noche que penetraba en el cuarto por las rendijas. El día apareció a través de las cortinas, un día frío y gris, sumido en la niebla.

Y poniéndose en pie empezó á quitarse el batín que usaba en el taller. Entró en su cuarto; se vistió con mucho esmero para un pintor que va sencillamente á buscar un apunte, y tomó el camino del bosque. Si Roussel estaba alarmado por la carta de Mauricio y si éste experimentaba hacía dos días una extraña agitación, la señorita Guichard y Herminia tampoco estaban tranquilas.

Por la noche tornó a salir y a cantar trozos de ópera y piezas de canto: vuelta a reunirse la gente en torno suyo y vuelta a intervenir la autoridad gritándole con energía: Adelante, adelante. ¡Pero si iba adelante no ganaba un cuarto, porque los transeúntes no podían escucharle!

En el otro cuarto, María de la Paz y Salomé habían exhumado de las profanas gavetas unas vetustas vestiduras de seda valenciana, que habían sido en mejores tiempos elegante ornato de sus personas.

Si en todas las ocasiones Isidora le había parecido hermosa, en aquella le pareció punto menos que sobrenatural, engalanada con la divina expresión de su pena. Lástima y amor juntos, ¡qué poder tan grande sois! «Isidora, Isidora» dijo balbuciente la hidra sin hiel. Después se calló por algún tiempo. Pasó un cuarto de hora, que fue para él un cuarto de siglo.

En el sitio donde el camino forestal que bajaba a Val-Clavin cruzábase con el barranco que iban siguiendo, Delaberge despidió a sus acompañantes y se dirigió solo hacia Rosalinda; al cuarto de hora salió del bosque y vio ante sus ojos el parque y los jardines que rodeaban la casa.

Bueno; transijo con el tercer lugar en el escalafón, pero de ahí no paso; como usted me quiera echar al cuarto, me sublevo. Ambos se rieron.

A las dos ménos cuarto de la madrugada del dia 1.° de Mayo fondeábamos en aquel puerto sin que saliera á encontrarnos ninguna lancha. A invitación del Cónsul de esta colonia, Mr.

Marta se fue a llorar a su cuarto para no entristecer a su padre. Este hizo lo mismo para no asustar a sus hijas. María aguardaba a la puerta la señal de haberse terminado el piadoso acto.

Quiero que la calma vuelva a nuestros espíritus antes de comenzar una vida nueva. Después de haber obtenido la promesa que exigía, la joven subió alegremente a su cuarto, y escribió en seguida a Martholl. De regreso de Londres, la víspera, Martholl se despertó de muy mal humor.