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Al fin se cansó de este zumbido de colmena en desorden, y sacándose de la oreja el microfónico aparato, quedó envuelto en un dulce silencio, estremecido apenas por lejanos é indefinibles murmullos. Se iba adormeciendo Gillespie, cuando le estremeció un gran ruido de muchedumbre, haciéndole volver á la realidad.

Uno, padrazo ya, con el corazón estremecido y la frente arrugada, se contenta con un traje negro bien cepillado y sin manchas, con el cual, y una cara honrada, se está bien y se es bien recibido en todas partes; pero, ¡para la mujer, a quien hemos hecho sufrir tanto! ¡para los hijos, que nos vuelven locos y ambiciosos, y nos ponen en el corazón la embriaguez del vino, y en las manos el arma de los conquistadores! ¡para ellos, oh, para ellos, todo nos parece poco!

En estos últimos tiempos, el eterno Cóndor de los tiempos ha estremecido de tal modo mi cielo hasta en sus alturas, agrandando el tumulto producido por el pasaje y la huida de los años, y tengo tan obstinadamente los ojos fijos en el inquietante horizonte, que no me queda tiempo para mis dulces ocios.

Reinaba el silencio en todas partes. El latir grave y acompasado del reloj era el único ruido sedicioso que turbaba la majestad de aquel silencio. Se había estremecido dentro de su armadura, como si quisiera despertar de algún sueño triste, y había exhalado un suspiro ronco: después se escucharon en lo interior de su vientre algunos ruidos huecos y mecánicos.

Incorporose el anciano estremecido y corrió bamboleándose débilmente hacia la puerta. Estaba abierta. Por ella llegaba el tumulto de una gran ciudad que despierta, y entre este tumulto las pisadas del hijo pródigo que se perdían a lo lejos, para siempre. El coche se deslizaba penosamente por la estrecha carretera, dando frecuentes sacudidas.

Estremecido por el frío volvía en . El sueño o el cansancio le rendían luego, hundiéndole en los abismos de la nada, y su imaginación descansaba hasta que, al despertar, la esbelta figura de la niña flotaba de nuevo ante sus ojos, turbando la primer plegaria del día.

Ataide, mudo, asombrado, en negras ánsias perdido, en la duda estremecido, en un misterio anegado, dudando si era soñado aquel torrente de hiel, ó una realidad cruel que su esperanza rompia, á su madre sostenia, ansiosa abrazada á él.

Ciertamente. ¡Cuántas almas temen los rozamientos de la vida!... hizo observar la Melanval bajando púdicamente los párpados, el matrimonio no es un modo de existencia propio de las naturalezas finas y delicadas... ¡Oh! protestaron la abuela, Francisca y Petra. Yo misma continuó la presidenta, me he estremecido siempre de horror al pensar que un caballero hubiera podido besarme...

Llegó un momento, sin embargo, en que su corazón herido, deshecho, ya no pudo más. Se secaron las lágrimas repentinamente y un día en que su marido enloquecido se desbordaba en palabras ultrajantes le clavó una mirada larga, fría, despreciativa que le dejó paralizado. «Mi mujer me odia», se dijo estremecido. Y desde entonces aquella idea no se apartó de su mente.

Todos os habéis estremecido á su vista. Donde quiera que esta mujer ha ido, donde quiera que, bajo el peso de tanta desgracia, hubiera podido tener la esperanza de hallar reposo, esa letra ha esparcido en torno suyo un triste fulgor que inspiraba espanto y repugnancia. ¡Pero en medio de vosotros había un hombre, ante cuya marca de infamia y de pecado jamás os habéis estremecido!