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En fuerza de imaginar luctuosas peripecias, el pecho se le colmaba de impulsos vehementes, a manera de necesidad perentoria de acción, y acción cruel. Era menester que se libertase de aquellas ansias agresivas, que cada día le hostigaban con redoblada tenacidad, o, de lo contrario, perdería en una mala hora la cabeza y haría una barbaridad.

A la vez, su pensamiento arrastraba, a pesar suyo, las más importunas imágenes del pasado, comparable al río torrentoso que se enturbia con sus propias orillas. Sentía Ramiro ansias inmensas de soledad y el horror de toda voz extraña, de todo ajeno semblante. Pasadas las cinco de la tarde dejó la posada y dirigiose a los ásperos collados del mediodía.

Lucía, que nunca había visto muertos, no pudo imaginar que fuese sino un síncope profundo; creía ella que el espíritu no abandonaba sin lucha y ansías mayores su vestidura mortal.

Está bien replicó Monipodio ; pero querría yo que también le tuviésedes para sufrir, si fuese menester, media docena de ansias sin desplegar los labios y sin decir "esta boca es mía".

La verdugo cruel le está arañando El rostro y el pescuezo con el pecho. Fingiendo que se duele, esta gritando, Y su marido, dice, que del lecho Cayó, con un dolor crudo muy fuerte, Con ansias revolcando de la muerte. Los lutos se sacaron con contento, Las lágrimas son risas de heredero Y muy de presto ordenan casamiento, Por mas presto venir á pagadero.

Villa se encontraba en felicísima disposición, alegre y chancero, que hubiera dado gozo a cualquiera y le hubiera despertado el contento. Pero yo, en vez de animarme, me fui poniendo cada vez más sombrío, y con el egoísmo del que padece ansias de amor, a riesgo de cortar aquel torrente de alegría que le inundaba, me puse a contarle con todos los pormenores lo que me estaba sucediendo.

Y la atormentaban, juntamente con los revuelcos de su conciencia, ansias de amor, deseos vivísimos de normalizar su vida dentro de la pasión que la dominaba. Acordose de que su amante le había ofrecido ponerle casa, y establecer entre ambos una familiaridad regular dentro de la irregularidad. ¿Pero esto podría ser?

Hondos suspiros Ataide exhala, que un imposible su sér abrasa, y al dueño hermoso que así le encanta decir no puede sus tristes ánsias; que ella es orgullo, prodigio y gala de la hermosura, la vírgen lánguida, la de las ricas trenzas doradas, ojos de fuego, frente de nácar, la dulce niña, la altiva dama, Leila la Horra, Leila la Hijara. ¡

Todas sus ansias y suspicacias eran enfermizas, y usted no ignora de qué modo se sufre y se hace sufrir con este modo de ser. Un día me dijo que estaba enamorado, y que posiblemente se casaría muy pronto. Aunque me habló con loco entusiasmo de la belleza de su novia, esta apreciación suya de la hermosura en cuestión no tenía para ningún valor. Vezzera insistió, irritándose con mi orgullo.

Jaime se fue y el abuelo pudo morir dignamente, en la soledad, sin el tormento de tener que velar por la pulcritud de sus gestos, pudiendo entregarse sin testigos a las muecas y estremecimientos de la agonía. Al quedar solos Febrer y su madre, el muchacho sintió ansias de libertad.