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Madrugo. El baño me fortifica y me alegra el espíritu. Tendida en la pila, con la mano en el grifo, dejo que el agua tibia me enerve, y la fantasía como en sopor se detiene en imágenes plásticas tranquilas y suaves. Después tiemblo dentro de la sábana y vuelvo gozosa al calor de mi cuerpo, contenta de la vida que siento circular por mis venas.

¡Oh! ¡cuánto te amo, Felipe mío! dijo la reina llorando de placer y estrechando al rey entre sus brazos. No me dices eso siempre contestó el rey con el acento y la expresión de un niño voluntarioso. Es que no siempre me tienes contenta; pero hoy has hecho mucho bueno, Felipe; has vuelto su esposo á mi buena doña Clara, y á pesar de lo que te he revelado, no has dudado de . ¡Te amo! ¡te amo!

Estoy contenta; , porque de algo a nada... ¡algo es algo! mereces más, mucho mas. ¡No es justo que trabajes así, todo el santo día, por tan poco dinero! Pero, ¡qué quieres! Así es todo en Villaverde. Digámoslo claro: todos quieren que los demás les sirvan de balde.

En comparación de los puestos de frutas y legumbres, ¿qué son las carnicerías, las pescaderías, las tiendas de caza y los rimeros de latas llenas de conservas? ¡Cementerios, campos de batalla, losas de hospital; algo que representa la muerte en lugar de la vida! ¡Ah! ¿Por qué no se contenta el hombre con ser herbívoro?

Cambié de conversación; pero al poco rato, acometida, sin duda, de una sospecha, me dijo: Oye: ¿por qué te extraña que esté contenta? Por nada respondí, sonriendo, con un poco de vergüenza. ¡Ya!... querías que hiciese un poco la comedia, ¿verdad? Que soltase algunas lagrimillas y me riese por dentro. Pues, hijo, si la quieres así, busca otra... Yo no llorar sin gana...

Hoy todo se ha suavizado, y cuando la lucha por la existencia penetra en el círculo de la familia, se contenta uno, en las horas sombrías, con desear a la persona que incomoda seis pies de tierra sobre el cuerpo. Ese deseo, es el asesinato de otros tiempos, atenuado por las nuevas costumbres.

Porque eres una señorita, y las señoritas no pueden permanecer solas en la casa de un hombre, por muy decente y honrado que éste sea. ELECTRA. ¡Pues estamos divertidas, como hay Dios, las pobres señoritas! Estás atinadísima. ELECTRA. Y sobre todo, contenta. Cuando hay alegría todo se hace bien. MÁXIMO. Verdad, clarísima verdad. ELECTRA. ¿Eso es un crisol?

Sabe la ineficacia del esfuerzo individual para remediar las miserias humanas: una gota perdida en el Océano, un grano de arena en la playa. Pero ¿qué importa?... Se contenta con hacer la dicha de cincuenta desgraciados entre los centenares de millones que pueblan la tierra. Luego piensa en su situación actual. Desde la mañana ha resuelto su modo de vivir.

Estaba contenta porque un acontecimiento inesperado había entregado indefensa a sus manos a aquella mujer a quien odiaba. Al entrar la viuda murmuró algunas palabras de disculpa; pero la condesa no le dejó tiempo para hablar claramente y exclamó en tono irónico: ¡Ah, ah! ¿Estáis aquí?

Cuando se quedaron solas otra vez, Mauricia dijo a su amiga: «Hay que tener contenta a esta tía chiflada, que es buena persona, y como le froten los muebles al hilo, la tienes partiendo un piñón». Mauricia tenía días.