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El primer pueblo que consagró entre el número de sus instituciones un lugar de reposo para los desgraciados, fue sublime. Una buena sociedad provee a todo, incluso a las necesidades de los que se separan de ella por su gusto o porque no tienen más remedio.

Todo volvió a sumirse en el silencio, y los guerrilleros, reanimados un instante con la esperanza de una salvación próxima, cayeron de nuevo en la desesperación. Ha sido un sueño pensaban los desgraciados . Hexe-Baizel tiene razón; estamos condenados a morir de hambre. Mientras se sucedían estos hechos, iba la noche acercándose.

Aquello era un verdadero hervidero del bajo fondo social porteño: allí se barajaban todos los vicios y todas las miserias humanas, y allí encontraban albergue todos los desgraciados, que aún tenían un escalón que recorrer antes de llegar a los caños de las aguas corrientes que, apilados allá en el bajo de Catalinas 20, ofrecían albergue gratuito.

Siéntese usted un instante, milord, dijo el vigilante. Voy á buscar al 2317 y se lo traeré... Puede usted fumar si gusta..., no huele á rosas aquí. Tragomer inclinó la cabeza sin responder, y se apoyó en el estrado desde el cual se distribuían castigos á aquellos desgraciados que parecen, sin embargo, haber llegado al máximum del sufrimiento. Una indecible angustia le oprimía el corazón.

O lo que es más probable dijo la condesa , estará llorando sus faltas y la pérdida de su voz. Pero ¿dónde está? repitió con instancia Rafael. No lo respondió la condesa , y lo siento, porque quisiera ofrecerle consuelos y socorros si los necesita. Guárdalos para quien los merezca dijo el general. Todos los desgraciados los merecen, tío repuso la condesa.

Además, son inseparables y forman una pareja horrorosa que no todo el mundo ve. ¡Desgraciados aquellos que siendo aún jóvenes se dan cuenta de que existen!... Yo los he conocido siempre: estaban en el colegio; allí pudiste conocerlos también ; no dejaron de habitarlo ni un sólo día durante los tres años de vulgaridad y de mezquindades que en él pasé.

La nube que oscurecía la frente de Simoun se disipó de repente, un rayo de triunfo brilló en sus ojos, y cual si hubiese encontrado lo que buscaba, exclamó: ¡Tengo razon, , tengo razon! el derecho me asiste, la justicia está de mi parte, porque mi causa es la de los desgraciados... ¡Gracias, joven, gracias! Usted viene á disipar mis dudas, á combatir mis vacilaciones...

Acaso hay otros muchos príncipes mas desgraciados. Yo á la verdad no he perdido mas que cien carneros, y voy á descansar de mis fatigas en brazos de Cunegunda. Razon tenia Panglós, amado Martin, todo está bien. Sea enhorabuena, dixo Martin.

Sintió de pronto todo el peso del insomnio y la inapetencia, toda la emoción deprimente de las sensaciones crueles experimentadas en las últimas horas. ¡Cuán desgraciados eran los dos!... Ella avanzaba con precaución, mirando á un lado y á otro, como el que presiente un peligro.

Los chinos de la otra chalupa trataron de seguirlos; pero los salvajes lograron agarrarla por una de las bandas antes de que se alejara de la orilla y la volcaron con todos los desgraciados que conducía. ¡A la lantaca, Horn! dijo el Capitán con acento desesperado . ¡Apunta bien! Soltó Horn el remo; cargó rápidamente el cañoncito y regó la playa con una rociada de balines.