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Su alma noble y su espíritu elevado se cernían por encima de las miserias de su condición material; pero si empleaba una gracia sonriente en su ruda labor, una vez acabada su tarea huía de las mezquindades de lo vulgar para empaparse en las fuentes eternas del Ideal, de la Poesía y del Arte.

Digan lo que quieran los adoradores de lo pasado acerca de la diferencia de tiempos, usos y costumbres, para sostener que lo que hoy parece humillante era entonces honorífico, la verdad es que leyendo tales cosas sin que uno quiera viene a los labios la risa amarga que inspiran las grandes mezquindades humanas; sobre todo si se considera que a los barberos de la Cámara se les daban vestidos de merced, y que Velázquez los recibiría juntamente con los enanos y bufones que le servían de modelo como el niño de Vallecas, Nicolasito Pertusato, el bobo de Coria, Calabacilla y Soplillo; sin que valga alegar que toda la servidumbre palatina, del Conde-Duque para abajo, estaría en igual caso, porque si algún deber moral tiene quien todo lo puede, el primero es anteponer el sentimiento de la dignidad propia y ajena a la estupidez de la rutina.

Y esto no es afirmar que hayan sido santos todos los hombres calificados de genios, sino que fueron genios, no a causa de sus egoísmos, mezquindades y miserias, y , a pesar de todos estos vicios, porque si no los hubieran tenido, no sólo hubieran valido más como personas morales, sino como genios.

Además, son inseparables y forman una pareja horrorosa que no todo el mundo ve. ¡Desgraciados aquellos que siendo aún jóvenes se dan cuenta de que existen!... Yo los he conocido siempre: estaban en el colegio; allí pudiste conocerlos también ; no dejaron de habitarlo ni un sólo día durante los tres años de vulgaridad y de mezquindades que en él pasé.

En suma: las Filipinas continuarán siendo españolas, si entran en la vía de la vida legal y civilizada, si se respetan los derechos de sus habitantes, si se les conceden los otros que se les deben, si la política liberal de los Gobiernos se lleva á cabo sin trabas ni mezquindades, sin subterfugios ni falsas interpretaciones.

Entonces es que Martí, desmadejado el cabello, los ojos fúlgidos y relampagueantes, el pecho henchido de orgullo, enardecido, arrebatado, impaciente por el sacrificio e inquieto por la emulación, invita a la carga a su ayudante Ángel la Guardia aquel fiero aguilucho caído en Victoria de las Tunas , aviva con las espuelas su noble bruto, y gozoso como un niño que ha crecido un palmo, y como si hubiera alcanzado a ver, reducido a la pequeñez de un montón de carne humana, todo el Gobierno de rencores, de insultos, de envidias, de mezquindades, de ambiciones, de la oligarquía esquilmadora que le vejaba su tierra, se echa sobre los rifles enemigos y cae acribillado a balazos, con la limpieza y majestad de un Dios, del brazo de la muerte que es inmortal, y coronado por la fulgente claridad del martirio y de la gloria.... Así terminó, así se obscureció para siempre, la lámpara pura y serena de aquel gran cerebro, «dictador de genio»; así dejó de latir aquel gran corazón, profesor de virtudes; así, entre chocar de aceros y estampidos de fusilería, pasó el gran Apóstol a ser huésped eterno de la suprema luz.

Le costaban dinero y no poco tales relaciones, y él se alarmaba en sus mezquindades de rico; pensaba con remordimiento en el porvenir de sus hijos como si estuviera arruinándoles, en lo que diría ante los gastos considerablemente aumentados aquella Remedios tan económica, tan dispuesta a la defensa del céntimo, sin otros despilfarros que el manto nuevo para la virgen o la fiesta estruendosa con gran orquesta y bosques de cirios.

Y ahora, ¡absurdo cambio de opinión!, me digo muchas veces: No vale la pena de vivir fuera de aquí. Hace un mes no quería pensar en quedarme en Lúzaro; me parecía una locura cambiar esas horas de indolencia y ensueño de los días de navegación, por la vida de un pueblecillo triste, aburrido, lleno de preocupaciones y de mezquindades.

Otras veces le describía con viveza y con sombríos colores la corrupción de nuestro siglo, el bajo nivel en que estaban las almas, las mezquindades y maldades del mundo y lo agradable y lo conveniente que sería retirarse de él, en vista de que no puede satisfacer ninguna de nuestras nobles aspiraciones.

Confiole a Ramiro, sin rodeos, las sordideces y mezquindades de aquella asfixiante existencia de sacristía, y díjole el furor y la insólita crueldad con que todos sus colegas se habían ligado en contra suya cuando se trató de ofrecerle una silla episcopal. Los muy bellacos y alicortos decía barruntan que apenas el águila se encarame y pueda hender el espacio, volará muy alto, muy alto.