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Yo creo que . Yo también lo he creído. Sufre... Algunas veces la he sorprendido llorando, y he comprendido la causa de sus lágrimas: he comprendido que estaba enamorada. Un día la sorprendí mirando un retrato. ¡Un retrato! ¿pero de quién? No lo . Al verme se puso vivamente encarnada, se volvió y ocultó el retrato en el pecho.

Y mientras la pobre mujer hablaba a su hijo, entre sollozos de emoción, Capitán daba saltos en torno de él, esforzándose por lamerle la cara. Maltrana tomábalo en brazos, y así iba hasta la puerta del Hospicio, oyendo a su madre y llorando conmovido por las caricias y los gruñidos del antiguo compañero de miseria. Un día, la madre no le esperó sola.

Y es que algo en el zarpazo del débil a los fuertes Pudiera aventurarnos a inmensos silogismos. Si fueran esas cumbres eternamente inertes Las águilas no harían su nido en los abismos ¡Oh ejemplo de las lavas! ¡Oh, , que matas vírgenes y rosas con tus babas Llorando aquella risa con que rodó Satán! Sigue rompiendo almas, sigue rompiendo prados.

Hacía días que se puso mala y yo iba al convento para tener noticias. Mire usted, aquí esta la carta del P Salví que trajo el P. Irene. Capitan Tiago estuvo llorando toda la noche, besando y pidiendo perdon al retrato de su hija hasta que concluyó por fumarse una enorme cantidad de opio... Esta tarde han tocado sus agonías.

Se dejó llevar a un hotel que éste escogió, y allí estuvo toda la mañana, tendida en un sofá de su cuarto, llorando, como si diese por cierta su desgracia. El talabartero, contento de verse en Madrid, bien instalado, indignábase contra esta desesperación, que le parecía ridícula. ¡Vamo, hombre!... ¡Lo que sois las mujeres!

Huían muchas veces las muchachas, olvidando padres y hogar, cuando se sentían dominadas por el amor; y él, un hombre, un personaje ¿había de quedarse allí, viendo como se alejaba Leonora, triste y llorando, todo porque no perdiese él el respeto de aquella ciudad en la que se ahogaba, y el afecto de una madre que jamás había sabido bajar hasta su corazón con una sonrisa de cariño?

Nadie hablaba en aquella escena, y sólo la pobre Clarita, consternada al ver que todos la miraban llorando, comenzó á llamar con fuertes voces á su padre, cuya muerte no comprendía. Qué niña es ésta? preguntó Elías. Es su hija, contestó una mujer que la tenía abrazada. ¿Y no tiene madre? No, señor,

Misia Casilda le soltó, y sentándose en el sillón, porque sus piernas, flojas, no podían sostenerla, repetía, llorando: , alguien te ha aconsejado, porque no eres malo, no eres capaz...

¿Qué noticias me traéis, señora? exclamó anhelante la joven arrojándose al cuello de doña Juana de Velasco. La duquesa miró en torno suyo, y al ver que habían quedado solas, exclamó llorando: ¡Ah! no nada; ¡desdichado hijo mío! Me habíais hecho concebir una esperanza, dijo con desaliento doña Clara.

Cuando Agustín bajó a la terraza hallome llorando. ¿Qué tiene usted? me dijo. ¿Es Aníbal quien le hace llorar? Por toda respuesta le presenté las páginas que había escrito.