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Y mientras Hullin contemplaba tales escenas, desgarrándosele las entrañas, un individuo de la vecindad, el panadero, salió de su casa llevando una gran olla llena de caldo. Fue digno de ver entonces a aquellos espectros agitarse, brillarles los ojos, dilatárseles las narices; parecía que volvían a la vida. ¡Los desgraciados estaban muertos de hambre!

Alfonso V de Aragón, el único rey marino de España, empleaba años después el resto de su existencia en expediciones contra Génova. Sus principios eran desgraciados. Ulises se acordó de su padrino Labarta al oír cómo este amigo del pasado hablaba del combate naval de la isla de Ponza. Aún no había llegado á consolarse de una derrota ocurrida en 1435.

Ha sido si la primera, la más importante víctima del criminal alzamiento, y sobre sus escombros, en medio del llanto de las mujeres y las maldiciones de los hombres, han jurado los cubanos guerra sin cuartel á los infames perpetradores del horrendo crimen, que deja en la miseria á tantos desgraciados.

Se conmovía con el lloro de un niño: desprovisto de todo egoísmo, no había acción que considerase indigna para auxiliar a los desgraciados, y, sin embargo, su nombre producía escándalo y temor en los ricos, y le bastaba, en su existencia errante, mostrarse algunas semanas en Andalucía, para que al momento se alarmasen las autoridades y se concentrara la fuerza pública.

Entre aquellos desgraciados había unos que eran jóvenes y otros viejos, con los rostros blancos como la cera, los ojos desmesuradamente abiertos y los brazos extendidos. Algunos pugnaban por levantarse, pero volvían a caer en seguida; otros miraban a las alturas como temiendo que les disparasen desde ellas. Y se arrastraban desde lo largo del talud para ponerse al abrigo de las balas.

Con un poco de aquel dinero que yo derrochaba en otro tiempo hubiera sido fácil aligerar un tanto el peso de su miseria y hacerlos felices. Resolví entonces, si alguna vez salía de mi prisión, consagrarme á los desgraciados en recuerdo de lo que yo había sufrido.

Otras veces ha habido que bajarlos con cuerdas, como al minero que penetra en las entrañas de la tierra. Pero si algún sabio ha explorado así los pozos de los ventisqueros, con las necesarias precauciones, en cambio muchos desgraciados pastores han encontrado la muerte en ellos.

El barullo aumentó, y cada uno juraba y blasfemaba en su lengua. ¡Vaya un barullo! un barullo capaz de despertar a un canónigo. Pero todos aquellos desgraciados estaban demasiado gravemente heridos para poder levantarse; y, además, carecían de botes...

El racimo humano se detenía á veces mientras sus conductores bebían, y despues proseguía su camino con la boca seca, el cerebro oscuro y el corazon lleno de maldiciones. La sed era lo de menos para aquellos desgraciados. ¡Adelante, hijos de p ! gritaba el soldado, vigorizado de nuevo, lanzando el insulto comun en la clase baja de los filipinos.

La esclava del sol puede estar orgullosa de su señor, que la presta la majestad bastante, para que reine durante la noche. El que no conoce el Océano; el que no ha vivido algunos días en sus dominios, es un sér imperfecto. Los árabes se conceptúan desgraciados hasta que no visitan la Meca; yo en cambio creo que la verdadera desgracia es la de morirse sin haber recorrido el Océano.