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¡Si no bebes hasta la borra, insultas al rey de Francia, y yo, que soy su embajador, te castigaré como mereces! exclamó el gascón, requiriendo otra vez su espada... Más muerto que vivo, y todavía más borracho que muerto, Manuel se bebió «hasta la borra», dejando luego caer al suelo estrepitosamente la botella... ¡Bravo, bravísimo! aplaudió Guy.

-Por Dios, Sancho -dijo don Quijote-, que, por solas estas últimas razones que has dicho, juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas: buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga; encomiéndate a Dios, y procura no errar en la primera intención; quiero decir que siempre tengas intento y firme propósito de acertar en cuantos negocios te ocurrieren, porque siempre favorece el cielo los buenos deseos.

Estoy contenta; , porque de algo a nada... ¡algo es algo! mereces más, mucho mas. ¡No es justo que trabajes así, todo el santo día, por tan poco dinero! Pero, ¡qué quieres! Así es todo en Villaverde. Digámoslo claro: todos quieren que los demás les sirvan de balde.

¡La reina de las Españas te mereces, hermoso!... Ya pué tener los ojiyos bien abiertos la señá Carmen. El mejor día te roba una gachí y no te degüerve... ¿No me darías un billete pa esta tarde, Juaniyo? ¡Con las ganas que tengo de verte matá, resalao!...

Estás blasfemando, Melchor; pero sin duda mereces que se te disculpe... no estás en condiciones de discutir «ahora»... mañana hablaremos. ¿Qué me quieres decir?... ¿que estoy borracho? rugió Melchor aproximándose a Lorenzo en actitud amenazante. Al verlo Ricardo se interpuso rápidamente, diciendo: No discutan más, Melchor... te alteras demasiado.

¡Quiá, señor; si no sale para café!... ¿Me da dos cuartos? Veremos si los mereces.... Dime antes lo que raqueas. ¡Como no raquee! ¡Si andan más listos á bordo!... Pero alguna vez ya se descuidarán. Quiá, no señor. Ayer trinquemos, entre Pipa, Michero y yo, como tres libras de cobre; y pa eso, de poco nos guipan.

No te he mandado callar por ofenderte, sino por evitar que piensen de ti lo que no mereces. La mujer que se pasa la vida diciendo malas expresiones demuestra que no ha tenido principios, y los tienes como los tengo yo y los tiene toda persona regular que haya tenido crianza. Deja esas palabras á los hombres, que para ellos se hicieron, y habla bien, que el hablar bien no cuesta trabajo.

Este balbució algunas palabras, le saludo de un modo incoherente, y le dijo al fin, después de comenzar muchas frases, que estaba seguro de tener delante á su buen tío; pero al ver que éste no le daba contestación ni desarrugaba el ceño, se calló, quedándose cabizbajo y lleno de vergüenza. Por último, el realista habló. No debiera venir á verte, ni acordarme de ti. Mereces lo que te pasa.

¿Serás, además, constante y bondadoso amigo mío, sin guardarme rencor y pagándome como debes la amistad pura que yo te profeso y la estimación con que te miro? Seré tu mejor amigo, como lo mereces. Juanita, entonces, se levantó de un brinco, dejando libre a don Andrés, que se levantó también, algo maltrecho, mohíno y humillado por la derrota.

Si alguien enseñaba los espolones dije reprimiendo una fuerte gana de reír, no creo que fui yo... No, joven virtuosa; confieso que debió de ser mi modesta persona la que se agrió con los golpes repetidos que me asestan ciertas malas solteronas... Si las provocas, no tienes más que lo que mereces.