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Al fin, Juan llega; el tren para, y poco después, el coche de los Canzelles se detiene en el vestíbulo de la villa; un criado, de pie, cerca de la puerta, toma la maleta de Juan, en tanto que éste, ansioso, le interroga: ¿Cómo está el señor Aubry, Francisco? El señor Aubry está muy bien, el aire del campo lo restablece, tiene ya muy buen semblante. ¿El señor Juan quiere subir a su cuarto?

Cuando el carruaje se detiene, reconozco a Lotario en el grupo que forman los administradores del dominio. Salto y lo estrecho entre mis brazos: ¡Hijo mío! ¡mi querido hijo! Habría querido besarle las manos, en mi agradecimiento. Al hacer bajar a mi mujer del landó, veo al idiota del administrador en jefe que se apronta para echarnos un discurso sobre la lluvia y el viento.

La naturaleza nos da órganos para advertirnos, por medio del placer, lo que debemos buscar, y por el dolor, lo que debemos huir; pero se detiene aquí, y deja á la experiencia el cuidado de hacernos contraer hábitos, y acabar la obra que ella ha comenzado.

Ya se detiene a echar un párrafo con aquel, de rostro estúpido, que lleva el pecho cargado de medallas, escapularios y amuletos; ya habla rápidamente con un viejecillo encanijado y risueño que, paseándose solo y tranquilo junto al muro, con un mugriento kempis en la mano, parece filósofo anacoreta o Diógenes del Cristianismo, por el abandono de su traje y la unción bondadosa de su fisonomía.

Cuando en la Camargue descarga un huracán, terrible en esa gran llanura donde nada lo desvía ni lo detiene, es curioso ver replegarse la manada detrás de su jefe, con todas las cabezas inclinadas, volviendo hacia el lado de donde el viento sopla, esas anchas testuces en que se condensa la fuerza del buey.

Y bien, Magdalena, ¿en qué está usted? me dijo por fin, cuando recobró el aliento. Me detiene la dificultad de distinguir las solteronas voluntarias de las involuntarias... ¿Cómo es eso? En las jóvenes reconozco muy bien las diferentes categorías.

»Y yo, al retirarme, muy avergonzado, me decía: ¡esto no es más que lo que mereces, presuntuoso! »Y he aquí que hoy, querido tío... no puedo escribirlo... Mi mano se detiene. ¡Es tal la felicidad y tan inesperada, que casi me abruma! ¡Mañana, tío, mañana te lo contaré todo! »Por la mañana tengo que ir a la granja. Volveré como a las doce, e inmediatamente haré la penosa diligencia ante mis padres.

Preciso es confesar, sin embargo, que el idioma contribuye en gran manera á este resultado, idioma delicioso, propio de mujeres y niños, tan tierno y con todo brillante, y bello hasta para expresar el dolor. Es una lluvia de lágrimas y de flores. Luego, el doctor se detiene y se sincera.

La pobre señora creía que se detiene un caballo desbocado tirándole de las riendas, como si toda presión y toda resistencia no sirviesen, por el contrario, para exasperar su locura. ¿No existió en aquel momento un proyecto de enlace entre la señorita de Freneuse y usted? Tragomer palideció y su cara tomó una expresión dura y dolorosa.

Diego Detiene, patrón de carabela, que llevaba como piloto a un Pedro de Velasco, vecino de Palos, salía de la isla de Fayal cuarenta años antes de los descubrimientos de Colón, y avanzando cientos de leguas mar adentro, encontraba indicios de tierra; pero a fines de agosto había de retroceder, temiendo la proximidad del invierno.