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Como no encontrase allí ni noticias del mío, ordené a mi infantil escudero siguiese adelante, para esperarme en Manzanos, primer punto de la sabana, mientras yo conversaba un rato con algunos distinguidos caballeros de la localidad que habían venido a saludarme. Cuando seguí viaje, sentía un frío intenso. Agua Larga tiene reputación de ser el sitio más glacial de la montaña.

Los sitios que él recorre participan de su quietud. En Basilea, punto en que le por primera vez, se presenta tranquilo, é imponente por su grandeza. Corre silencioso á los piés de la catedral, y á la izquierda se pierde en lontananza, como una inmensa sábana de luz: á la entrada de la ciudad hay un larguísimo puente que salva toda la anchura del rio.

Mientras, tendidos en el declive de una parva, hablábamos de la patria ausente y contemplábamos la sabana, débilmente iluminada por la claridad de la noche y las cimas caprichosas de las pequeñas montañas que la limitan, llegaban a nuestros oídos ruidos confusos desde el interior de la casa, rumor de duro batallar, gritos de victoria, imprecaciones, himnos.

La multitud agolpábase ante los altares para oír mejor a los actores, granujillas del barrio, roncos de tanto vocear los versos, orondos en sus trajes de ropería; orgullosos de lucir el bonete con pluma y tirar de la espada cuando lo requería el milacre; y era de ver la atención con que escuchaba la predicación de San Vicente, representado siempre por un muchacho paliducho, pedante y melancólico, y las carcajadas con que celebraba las majaderías del motilón, personaje bufo que pasaba el tiempo tragando pan, sorbiendo rapé, sonándose las narices en un pañuelo como una sábana y agujereado como una criba, y diciendo estupideces subidas de color, todo para mayor edificación de los devotos del santo.

58 Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. 62 Y el siguiente día, que es el segundo día de la preparación, se juntaron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos a Pilato,

Al poniente se veia la vasta y fulgurante sabana del Océano, inmóbil á lo léjos, pero en realidad agitándose con violencia contra los peñascos abruptos de la costa, y llena de esplendor por el reflejo del sol, rojo-amarillento, comenzando á consumirse tras de un horizonte ilimitado.

Y así fue verdad, porque al instante entró un muchacho con una canasta de colar cubierta con una sábana. Alegráronse todos con la entrada de Silbato, y al momento mandó sacar Monipodio una de las esteras de enea que estaban en el aposento, y tenderla en medio del patio. Y ordenó asimismo que todos se sentasen a la redonda; porque en cortando la cólera, se trataría de lo que más conviniese.

Casi se había olvidado de escribir, por falta de uso; pero así que le hablaban de reses bravas, de la crianza de toros y caballos o de faenas agrícolas, animábanse sus ojos, expresándose con el aplomo de un gran conocedor. Nublose la luz del sol. Palideció la sábana de oro tendida sobre la blancura de uno de los lados de la calle. Algunos miraron a lo alto.

Un indio de la sabana puede darse en su comida el lujo a que sólo alcanzan los más poderosos magnates rusos a costa de sumas inmensas, y más completo aún...

No existe para nosotros otra vida que la presente; pero ¡ay! ante la sábana de tierra que cubre a mamá, sentí por primera vez flaquear mis convicciones. Acabamos al morir; pero algo resta de nosotros junto a los que nos suceden en la tierra; algo que no es sólo el átomo que nutre nuevas vidas; algo impalpable e indefinido, sello personal de nuestra existencia.