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¿Que no tiene D. Miguel miedo a los ladrones? preguntó con acento afectadamente brusco el señor de las Casas. que lo tiene repuso sonriendo dulcemente el joven, sentándose al propio tiempo al lado de su madrina. Sus razones habrá. Los ricos son los que temen. Los pobres, como yo, están tranquilos. Pero ¿tendrá el señor cura tanto dinero como se dice? preguntó D.ª Marciala con curiosidad.

¿Y los hombres se resignarán eternamente á su decadencia? ¿No temen ustedes que algún día surja entre ellos otro Eulame que los lleve á la reconquista de su antigua superioridad?... Le parecieron tan disparatadas estas preguntas al profesor, que las acogió con grandes risas.

Initium sapientiæ timor Domini. Aunque en esto de temer, repito que le temen más al Diablo.

De modo que, por el precepto establecido, si en la vida de la marquesa de Montálvez hay pecados de esa especie, o son muy pocos, o no los conoce el público. ¿Y eso es lo que debo creer? preguntó Ángel con el ansia de todos los que temen que no sea bastante cierto lo que se les asegura.

El Dios temido, á quien acabo de referirme, no es otro que Dios Padre en particular; pues á Dios Hijo no le temen de manera alguna, sino que lo aman con entrañas de verdaderas madres desde que son niñas de ocho años. Aman, , á Jesucristo en persona, como otras tantas Marías agrupadas al pie de la Cruz; lo compadecen, lo asisten, lo acompañan, lloran su Pasión y muerte, viendo en

En cuanto á una coalición de las grandes potencias, los Estados Unidos no la temen. Recuérdese cómo desbarataron la Santa Alianza con un Mensaje de Monroe». ¿Tendrá razón el Sr.

La instruccion pública comienza ahora á insinuarse; siendo como son esclavos los infelices que constituyen la mayor parte de la poblacion del imperio, están condenados á vivir como autómatas. Los gobiernos tienen buen cuidado de no sacar al negro de su embrutecimiento, porque temen que con la instruccion aprendan que son libres y hermanos de sus opresores.

Procuro, que si miran por el ojo de la cerradura de la otra puerta no vean luz bajo ésta. Es necesario que me crean dormido; necesitan pasar por delante de mi aposento y me temen. Pero se acercan. Callad y oíd.

A los ricos no les importa nada el porvenir, ni creen necesaria ninguna precaución para retardarlo. Tienen los ojos en el cogote, y si algo ven, es hacia atrás. Mientras los gobernantes surjan de su clase y tengan a su servicio los fusiles que pagamos todos, se ríen de las rebeldías de abajo. Además, conocen a la gente. Eso que dices repuso Salvatierra; conocen a la gente y no la temen.

Además, se han prometido una discreción absoluta; y están tanto más dispuestos a cumplir su promesa cuanto que temen tocar el asunto: ni siquiera se atreverían a hablar de eso entre ellos abiertamente.